La Vanguardia

“El festival de Eurovisión vivirá años, y ojalá un día sea mundial”

Tengo 44 años. Soy de Sabadell y vivo en Barcelona. Soy periodista, productor de radio en El món a RAC1. Estoy casado hace once años con Xavi. No tenemos hijos, sí un galgo, Ricard (12). ¿Política? Igualdad de oportunida­des, diversidad de opciones. ¿Creen

- 6íctor-m. Amela

La mejor canción de la historia de Eurovisión? Glow, de los noruegos Madcon (2010, Oslo): no competía, amenizó una pausa de la edición con un flashmob por toda Europa. ¿Y la peor?

Ping pong, de Sameyach (2000), Israel.

¿Y la mejor de las enviadas por España? Pastora Soler cantó fabulosame­nte Quédate conmigo (2012).

¿Y la peor?

Un Bloody Mary, por favor (2006), de las

Ketchup.

¿Cuántas veces ha ganado España? Solo en 1968 con el La, la, la de Massiel, y en 1969 con el Vivo cantando de Salomé ex aequo con otras tres canciones.

¿Por qué no nos votan más?

Habría que llevar mejores canciones.

Pero interviene la geopolític­a... Condiciona pero no determina: si una canción sobresale, se impone.

La guerra en Ucrania...

Quedará donde le correspond­e, la canción de Ucrania es peor que la del año pasado.

¿Y España qué hará?

Blanca Paloma defenderá bien Eaea y quedará entre la 5.ª y 10.ª posición.

¿No como Quién maneja mi barca? Fue un trauma, ¡cero puntos! Blanca Paloma reivindica a Remedios Amaya. España sigue firme en no recurrir al inglés.

Preferimos lo aflamencad­o.

Eaea es bulería, precisa Blanca Paloma.

¿Qué nos diría Uribarri?

Bendeciría la canción adoptada por TVE.

¿Por qué sabía tanto Uribarrri?

Hacía llamadas, conseguía datos.

¿Recuerda su primera Eurovisión?

Vi completa la de Sergio Dalma con Bailar pegados (1991): ¡qué impacto!

Es ya un clásico.

¡Seguimos cantándola en casa y karaokes!

¿Qué sintió?

Fascinació­n, interés, atracción.

¿Veía mucha televisión?

Mucha, aunque mis padres la apagaban a la hora de comer en familia.

Qué tiempos, los padres mandaban. Desde entonces soñé con trabajar un día en la tele. Y por eso cursé Periodismo... y así descubrí la radio, que me enamoró.

¿Qué le enamoró de la radio?

La producción, conseguir lo mejor para un programa. Soñé con ser un día productor de un gran programa de radio.

Lo logró: El món a RAC1 de Jordi Basté. Comparto con él su pasión por explicar el mundo. Y a este sueño cumplido ¡sumo ahora el de informar de Eurovisión!

¿Quién ganará esta noche?

Tattoo, de Loreen, por Suecia, con escenograf­ía espectacul­ar. Aunque Finlandia está muy fuerte con Cha cha cha, de Kaarijá, por traviesa y gamberra.

¿Se le da bien cantar?

En mi coche, coreografí­a incluida, con mi lista de Spotify con eurocancio­nes.

¿Qué tres eurocancio­nes destacaría? Euforia, de Loreen. Toy, de Netta. Y, sobre todo, siempre Dime, de Beth.

¿Sobre todo por qué?

Porque mi primera rueda de prensa como periodista fue la de su presentaci­ón desde OT como cantante enviada a Eurovisión. ¡Me apasiona Dime! Me la canto mucho.

¿No está en su lista Baila el chiki chiki? Como eurofan me enfadé, era un boicot de los enemigos del Eurofestiv­al.

¿Y hoy lo ve diferente?

Veo que fue una humorada que resultó ser un revulsivo para que TVE volviese a tomarse el Eurofestiv­al más en serio.

¿Cómo ha evoluciona­do el festival de Eurovisión en sus 67 años de vida?

De ser un evento de bolsillo a macroespec­táculo masivo, de centrarse en la canción a la magnificen­cia de show visual.

¿Qué aporta el festival de Eurovisión al mundo?

Música variada, una evasión intergener­acional... y una gran ventana abierta a un mundo de libertad y diversidad.

¿Una iconosfera gay?

No únicamente, ¡aunque también! Muestra un mundo de tolerancia, donde se respeta lo que tú seas. El Eurofestiv­al vivirá muchos años, ¡y ojalá un día sea mundial!

¿Cómo recomiendo que veamos esta noche el 67.º festival de Eurovisión?

Con amigos, picando algo relacionad­o con el país anfitrión o Ucrania. ¡Y con respeto! Como eurofan, ¡el festival de Eurovisión me importa! Así que exijo respeto.

Nada de mofas.

Es algo importante. Cada año lo vemos en el salón de mi casa decorado de banderas de papel de todos los países competidor­es, las encargo a color en una copistería.

Y cuando termine la gala, ¿qué?

A bailar, al local de un amigo disc-jockey; me ve entrar y me pincha Dime, de Beth... Y mañana estaré de bajón: quedará todo un año para la siguiente Eurovisión.

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LV.

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