Erdogan controlará el Parlamento
Parte además como gran favorito para la segunda vuelta de las presidenciales
Un baño de legitimidad para Recep Tayyip Erdogan y un baño de realidad para el resto del mundo. Esa es la primera conclusión de las elecciones presidenciales turcas que, en realidad, ni siquiera han concluido. La Comisión Electoral Central confirmó ayer la necesidad de una segunda vuelta, después de que el actual presidente se quedara a medio punto de renovar su mandato automáticamente.
Su rival será Kemal Kiliçdaroglu, que tendrá muy cuesta arriba, el día 28, para remontar los dos millones y medio de votos que le separan de Erdogan.
Como la movilización electoral casi ha tocado techo, con una participación cercana a un 89%, el principal caladero en el que cazar serán los votantes del candidato eliminado, Sinan Ogan.
La dificultad para Kiliçdaroglu es que debería absorberlos prácticamente todos, mientras que a Erdogan le basta con captar una décima parte. Además, presenta mucha mayor afinidad ideológica con la Alianza Popular, que apoya a Erdogan, que con la Alianza Nacional, de Kiliçdaroglu
Ogan ya ha puesto una condición imposible para recomendar a su 5% de votantes que “hagan presidente” a Kiliçdaroglu. Nada menos que la ilegalización del movimiento kurdo que ha aportado al candidato opositor un 10% de sus votos.
La novedad de estas elecciones es que el ultranacionalismo xenófobo y militarista turco, cuya matriz es el MHP, crece y se multiplica, de manera que no condiciona solo a la Alianza Popular, desde sus siglas históricas. También, a través de escisiones, a la Alianza Nacional, bajo el IYI Parti de la antigua ministra del Interior Meral Aksener. Y ahora, como se ha visto, yendo por libre.
La oposición difícilmente arrebatará la presidencia a Erdogan, pero ha sido lo bastante fuerte como para forzar una segunda vuelta. Una victoria moral ante quien hasta ahora todo lo había ganado a la primera.
Kiliçdaroglu no será, salvo sorpresa, el matagigantes en que le estaban convirtiendo los sondeos y la burbuja urbanita. Pero derrotar a Erdogan en su ciudad, Estambul, es una hazaña mayúscula. Logro repetido, además, en Ankara y, más previsiblemente, en Esmirna.
Asimismo, su partido ha ganado peso en el Parlamento, en detrimento del AKP, aunque no lo bastante como para amenazar la mayoría del bloque islamoconservador. Este, sin embargo, tampoco podrá enmendar la Constitución.
Kiliçdaroglu cometió un error de bulto al atribuir la renuncia de Muharrem Inci, por un vídeo sexual manipulado, a Rusia. Algo, en este caso, sin pies ni cabeza, para evitar acusaciones más dañinas y para ganar puntos ante sus aliados occidentales, en el momento en que lo único que debería haber
le importado eran los electores.
Erdogan cogió el guante, reprochándole que para Turquía “tan importante es Estados Unidos como Rusia, país con el que tenemos más relaciones comerciales y que nos envía muchos más turistas”.
Kiliçdaroglu se equivocó, porque lo único que la mitad del país le agradece a Erdogan es haber evitado las salpicaduras de la guerra de Ucrania.
El todos contra Erdogan ha demostrado los límites. Según Bayram Balci, investigador en París, “los turcos han apostado por la estabilidad y la seguridad. No han querido dar su confianza a una coalición heterogénea y con intereses divergentes, preguntándose cómo podrían llegar a gobernar juntos”.
La “mesa de seis partidos” anti-erdogan, ni siquiera pudo ponerse de acuerdo para incluir en su programa común el retorno de Turquía a la Convención de Estambul contra la violencia machista, por la negativa de su componente islamista.
Tampoco había en él nada concreto para los kurdos, ni gran cosa para las clases populares. Que en cambio han visto, como todos los turcos, que el importe de la última factura del gas era, exactamente, 0,00 liras.
No es raro que los observadores de la OSCE hayan calificado las elecciones como “competitivas, aunque libradas en condiciones desiguales”, en el acceso a los medios y también por el uso partidista de los recursos públicos.
Por otro lado, Erdogan no solo ha sobrevivido políticamente a la mala gestión del terremoto, sino que lo ha hecho prácticamente sin ningún rasguño. En su epicentro, en la provincia de Kahramanmaras, lo votaron un 71% de los supervivientes. En las provincias colindantes ha logrado dos tercios de los votos. Las personas consultadas se encogen de hombros: “¿Quién mejor que él para reconstruir?”.
La excepción son las provincias afectadas periféricas en las que su partido no era el dominante, como Diyarbakir, Adana y Hatay. Mientras en el resto del país la participación ha subido, en esta, la más devastada, ha bajado un 6% por el vacío dejado por los fallecidos y desplazados.
Erdogan debía caer por su propio peso. Pero esto no ha sido así. Y su partido, el AKP, no siempre abomina del espectá
Kiliçdaroglu debería remontar el 28 mayo los 2,5 millones de votos que le ha sacado Erdogan
culo. Una ex miss Turquía y un veterano actor de telenovelas históricas son dos de sus nuevos fichajes parlamentarios.
El ritual democrático ha sido balsámico, pero la población vive en mundos paralelos. Hasta el punto que el diario kemalista de referencia, Cumhuriyet, no iba a dejar ayer que la realidad le estropeara el titular a toda plana: "Erdogan ha perdido”,