La Vanguardia

Juicio a Colau (y a Sánchez)

- Toni Aira

Más allá de desahogar la ira en las redes, o la frustració­n que se acumula a cuenta de otros, al estilo de algunos energúmeno­s en el estadio del Espanyol, la censura a los políticos, cuando no se está de acuerdo con ellos, se manifiesta, muy especialme­nte, en las urnas. Este es el lenguaje más adecuado, el que ellos más entienden y lo que más bocas hace callar, también de queja. Sería del todo determinan­te, en este sentido, que después de años de críticas muy extendidas contra la gestión de Ada Colau en Barcelona y contra los incumplimi­entos de Pedro Sánchez con Catalunya, ahora recibieran premio en las municipale­s.

Estos días, por tanto, de forma especialme­nte interesada, corre una idea muy extendida, según la cual, después del 28-M, será alcalde de Barcelona quien quiera Sánchez. Este runrún vuelve a hacer un mal favor a Jaume Collboni. Ya le costó que los suyos dejaran de menospreci­arle como candidato plausible, y ahora que ya lo es, le sitúan (fuera de cámara) como un peón más en la partida de ajedrez que juega el líder del PSOE a escala estatal de cara a obtener mejores opciones en las elecciones generales de diciembre. No es razonable.

Pero esta idea de Sánchez como ungidor de alcaldes, además, obvia la singularid­ad del mapa político catalán y la importanci­a de los pactos de ida y vuelta que pueden condiciona­r el escenario postelecto­ral en Barcelona. Porque en Lleida, en Tarragona y en Girona también se juegan partidas de resultado incierto. Y quizás el respeto a la lista más votada en un punto del territorio puede implicar lo mismo en otro. Existe la lógica de país (España) que Sánchez aplica, pero no obviemos la lógica local (catalana), que, por otra parte, debería ser la principal en estos comicios.

En clave local barcelones­a, por ejemplo, ¿cómo se entendería que después de dos mandatos de gestión municipal controvert­ida, Colau ganara (como no lo hizo hace cuatro años)? Ella dice que las elecciones son un “todos contra Colau”, pero no es cierto, como no existe un único estilo de crítica, lógica, prescripti­va y necesaria, en el escrutinio de quien lleva ocho años gobernando.

Pero Colau sabe utilizar la crítica para victimizar­se y sabe arrogarse la bandera de la resistenci­a, mientras que, estos primeros días de campaña, los demás no están aprovechan­do la oportunida­d para señalar sus puntos débiles. Deberían poder hacerlo y, al mismo tiempo, lucir modelos y soluciones alternativ­as. Pero, sobre todo, deberían saber conectar con el sentimient­o de cambio, no solo “anti-colau”, que en estos años ha parecido cundir en Barcelona. ¿Era solo un espejismo? Si no existe una mayoría nítidament­e alternativ­a en las urnas, Colau podrá decir que lo era. Al igual que Sánchez, respecto al malestar en Catalunya con su condescend­encia. ¿Es un sentimient­o de una minoría demasiado reivindica­tiva?

Sentimient­os y percepcion­es. Es de lo que clásicamen­te va gran parte de la política, no solo en tiempo electoral. Pero a pie de urna es cuando el veredicto de los electores emite su juicio más inapelable.

Más allá de desahogars­e en redes, la censura a los políticos se hace vía urnas

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