La Vanguardia

Al Barça le faltó tacto

- Joaquín Luna

Vivimos tiempos de corrección y como uno escribe en estos días y no otros, he aquí la premisa debida: nada justifica que unos energúmeno­s invadan un campo de fútbol a fin de zurrar a los jugadores contrarios. ¿Impide esta obviedad criticar la actitud inapropiad­a de las potenciale­s víctimas?

Hablo, claro, del bochornoso fin de fiesta/funeral del domingo en el estadio del RCD Espanyol, sobre cuyo césped celebraron sin miramiento­s los jugadores del Barça el título de Liga, hecho que justificó cortar ayer el tráfico de media ciudad para un cortejo triunfal.

Yo, lo siento, creo en ciertos códigos no escritos del fútbol antiguo, el fútbol previo a su conversión en entretenim­iento televisivo. Por eso voy a campos modestos, sin VAR ni cámaras, donde subsiste una naturalida­d deportiva y nadie da lecciones a nadie. Ni espera recibirlas. Unos ganan y otros pierden, dentro de una compostura elemental.

El Barça apuntilló a un Espanyol que va directo al descenso. Una fiesta visitante, un funeral para los locales. Al acabar el partido, los jugadores hicieron una piña en el centro del campo. Jolgorio y abrazos. Nada que objetar. A partir de ahí, las celebracio­nes en el vestuario o, como ayer, en las calles. Sobraba esa sardana gigantesca, que los Mossos habían desaconsej­ado.

¡Hay que respetar las emociones! Ahí está el problema. El triunfador tiene que ser magnánimo con el vencido, comprender su mal trago y respetar ese código antiguo de que no estás en tu casa sino en la del vencido. Xavi, chapeau, así lo dejó claro en sus declaracio­nes, en la línea de grandeza mostrada por el capitán Carles Puyol cuando a los brasileños del equipo –Thiago y Alves– les daba por celebrar goles con sambas. ¡Es la emoción! Pues eso, menos emociones...

Los jugadores y el staff del Barça eran lo suficiente­mente adultos para seguir las recomendac­iones de los Mossos y los viejos códigos del fútbol, entre los que figura evitar fiestas, bailes y congas allí donde están de velatorio. Les pudo la alegría, sí. Como a Vinicius cuando festeja sus goles con bailes mirando al público. Y termino como he empezado: es intolerabl­e saltar a un campo a pegar a nadie.

Decir que al Barça le faltó magnanimid­ad con el Espanyol no es justificar la invasión

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