El Parlament aparca los móviles y escucha a víctimas de pederastas y malos tratos
El Parlament de Catalunya aparcó ayer los móviles para escuchar a cinco víctimas de pederastas o malos tratos. Esta vez nadie tuvo que recriminar a sus señorías su displicencia y falta de tacto por estar más pendientes de los teléfonos portátiles que de los testimonios. En otra sesión, la del 26 de abril, hasta la presidenta de la comisión tuvo que disculparse por una situación bochornosa .
Los ausentes fueron los mismos. Vox, Ciudadanos y el PP no comparecieron en la sala, al igual que en la primera sesión. Los nuevos testimonios, como el de Esther Pujol, que a los diez años fue agredida sexualmente por un cura, insistieron en las mismas denuncias de sus predecesores.
Pero la segunda sesión de la comisión parlamentaria abrió un nuevo frente: el pasado de instituciones religiosas o de centros de supuesta protección para los menores y las mujeres vulnerables, como el Patronato de Protección de la Mujer o el Preventorio de la Sabinosa en Tarragona (preventorio porque en teoría era un lugar para la prevención infantil de la tuberculosis).
Javier Moreno tiene 69 años. La escritora Consuelo García del Cid, 64. El primero sufrió en carne propia el Preventorio. La segunda, autora de Las desterradas hijas de Eva, el Patronato. Después de escucharla, Javier Moreno consideró que lo que él tenía que explicar era “irrelevante”. y no lo era en absoluto (niños maltratados con la excusa de velar por su salud), aunque le parecía algo una cuestión menor en comparación con el Patronato.
La sesión provocó los aplausos del público, a pesar de que en teoría no se pueden exteriorizar esas muestras de apoyo (“por eso no aplaudimos también nosotros”, precisaron las diputadas y diputados). Pero los testimonios también provocaron escalofríos: “El mismo sacerdote que me violaba por la tarde, daba misa por la mañana”. “Que Dios los perdone”.
El acto sirvió además para rescatar realidades aún poco conocidas, como la del Patronato de Protección de la Mujer, “un reformatorio disfrazado, una cárcel oculta para retener y torturar a adolescentes y mujeres rebeldes, huérfanas o violadas, a veces por sus propios padres”, en palabras de Consuelo García del Cid, a la que una familia de derechas ingresó allí a la fuerza para castigarla y combatir su ideología progresista.
El movimiento Justicia para las represaliadas del Patronato ha pedido en el Parlament una comisión específica sobre esta institución y sobre cinco congregaciones colaboradoras. Exigen un perdón público a estas órdenes, “muchas de las cuales premiadas recientemente por su defensa de los derechos humanos”.
La autora de Las desterradas hijas de Eva dejó sin aliento a todo el mundo cuando narró su experiencia y su lucha para que “aquello no se olvide”: suicidios camuflados como intentos de evasión (“¿quién intenta huir arrojándose de una quinta planta en bragas y sujetador?”) y bebés robados en las maternidades donde las internas daban a luz en condiciones deplorables (“si te diste el gusto, sufre ahora el disgusto”).