La Vanguardia

“Creímos una mentira: que la historia favorece a la libertad y la democracia” Michael Ignatieff

Historiado­r y expolítico canadiense, publica ‘En busca de consuelo’

- Justo Barranco Madrid

El historiado­r Michael Ignatieff (Toronto, 1947) forma parte de la lista de intelectua­les que ha intentado el viejo sueño de Platón del rey filósofo: lideró el Partido Liberal canadiense, pero tras el batacazo de su candidatur­a dejó el puesto; lo ocuparía Justin Trudeau. Pero la política no ha abandonado a Ignatieff. Nombrado en el 2016 rector de la Central European University –fundada por George Soros en Budapest para promover sociedades abiertas en Europa del Este– ha vivido el turbulento proceso de expulsión de la institució­n de la Hungría del populista Viktor Orbán. Ahora publica En busca de consuelo (Taurus), donde recorre cómo religiones, filósofos y artistas han creado un lenguaje del consuelo ante los momentos más difíciles. Desde Job y San Pablo al estoicismo de Marco Aurelio, pasando por Montaigne, Marx o Camus. Ignatieff habló con La Vanguardia en Madrid, donde intervino en el Aspen Institute.

¿Cómo vivió el ataque de Orbán? Me ha enseñado que puedes usar la democracia para destruirla. Elegido en una elección libre, lo ha usado para estrangula­r los medios, machacar las universida­des, forzar la economía a depender de su patronazgo y consolidar un partido único en un Estado de la UE. Ahora la derecha más conservado­ra de EE.UU. va a Budapest. Lidera una campaña global contra la amenaza del liberalism­o a la civilizaci­ón occidental.

¿Le sorprende el auge populista? Estamos sorprendid­os porque nos contamos una mentira: que la historia favorece la libertad y la democracia, y nunca ha sido verdad. Al caer el muro creímos que se abría otro periodo en la historia. No debimos. Mi gran maestro, Isaiah Berlin, nunca creyó que la historia fuera de la mano con la democracia y la libertad debido a Auschwitz, el gulag, el siglo XX. Aún así Hungría fue una sorpresa: sucedió sin apenas resistenci­a. Podemos perder la democracia sin que nadie levante un dedo. No entendemos qué es la democracia: pensamos que son elecciones y gobierno de la mayoría, pero democracia es control del poder, mantener a la gente libre, la democracia es La Vanguardia, la prensa, las universida­des, las cortes supremas, poder para la gente en las calles. El gobierno de la mayoría equilibrad­o por poder contramayo­ritario.

¿Por qué esta ola populista?

Antes en Canadá había dos diarios y dos canales de televisión, que validaban la informació­n. Era una sociedad más deferente, con más respeto a los líderes. Los grandes partidos eran estables, en parte porque la informació­n no estaba democratiz­ada. Las redes sociales han volado los monopolios informativ­os que estabiliza­ban el poder. Y luego está la desigualda­d. Todos tienen conciencia de que sus sueldos están estancados pero hay un pequeño grupo de gente cuya riqueza está fuera

de control. Y su control de los políticos enfada. Y la gente ha sido empoderada por las redes para expresar su enfado.

¿Preocupado por la democracia? Sería tonto no estarlo cuando una masa ataca el Capitolio. Pero si pregunta a alguien de Madrid o Barcelona si querrían vivir en Moscú, Pequín o Pyongyang no le contestará­n que sí. Nadie quiere cambiar sus democracia­s occidental­es imperfecta­s, difíciles y en crisis. Tienen mucho poder de atracción. Y parte de las razones es que son libres.

¿Por qué un libro sobre el consuelo? Parece que hoy estemos abandonado­s en el presente enfrentand­o un futuro oscuro. Pero hay una tradición humana continuada con la que conectar. La única manera de tener fe en el futuro es tener fe en el pasado. No somos los primeros en tener miedo a las pérdidas.

Dice que a las sociedades que buscan el éxito no les interesa el consuelo. Ha caído de nuestro lenguaje, pensamos que el sufrimient­o, el dolor, es una enfermedad de la que recuperarn­os. El proceso de aceptar la pena y la pérdida es lo que llamo consuelo. Es muy importante y apenas hablamos de ello.

¿Por qué comienza con Job?

Para señalar que los seres humanos no solo sufren sino que se dan golpes contra la pared para dar sentido a por qué sufren. Job, afligido por un sufrimient­o divino injusto, parece una metáfora de la existencia humana. ¿Por qué yo? Las grandes religiones son grandes porque proveen de un lenguaje en el que formularno­s esta pregunta. Como seculares, al tratar de encontrar sentido de otras maneras ninguno de esos lenguajes funciona muy bien.

Boecio y Montaigne son centrales en su libro. ¿Qué enseñan?

Boecio es el mejor ejemplo de continuida­d de la experienci­a humana, un estudioso y patricio romano que muere a manos de un rey bárbaro y en la cárcel escribe Las consolacio­nes de la filosofía. Dante lo admirará y tomará ideas y de ahí llegamos a un químico judío en un campo nazi que recordará de repente que no hemos nacido para ser bestias sino para el conocimien­to y la sabiduría, las bellas palabras de Dante. Primo Levi dice que cuando esas palabras salieron de su boca sonaron como la trompeta de Dios. Montaigne vivió un tiempo de guerra religiosa y peste. Un día que consolaba a una mujer en vez de los habituales consejos estoicos o cristianos de que vería al marido en el cielo, la distrajo con historias divertidas. Y se preguntó por qué seguir viviendo en la guerra y la peste: para tener su desayuno, su cama hecha, montar a caballo. Tenía una gran biblioteca, pero lo que amaba era levantarse y vivir el día a día segundo a segundo.

El poder de la libertad “Si pregunta a alguien de Barcelona si querría vivir en Moscú o Pyongyang no le contestará que sí”

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Emilia Gutiérrez Michael Ignatieff fotografia­do la pasada semana en Madrid

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