La Vanguardia

La Liga de los chicos extraordin­arios

- Carlos Zanón

Uno siempre quiere que gane el Barça y pierda el Real Madrid. Eso es algo que consta impreso en algún lugar del alma culé y uno, de quererlo, no podría cambiarlo. No tiene nada que ver ni con el deporte ni con la justicia. No es elegante ni digno. Mucho menos inteligent­e. Pero es. Y en un mundo líquido y lleno de incertezas como el nuestro, el tener algo que no se mueve ni deteriora tiene su precio.

Y así, como de repente en medio de la galerna, ganamos la Liga. Y uno se pregunta qué siente. Y ha de hacer un esfuerzo para saberlo porque es como si nos preguntára­mos qué tal haber ganado una partida de ajedrez a bordo del Pequod mientras el Capitán Ahab trata de clavarle un arpón a la Superliga. Bien, me encanta haber ganado la partida de ajedrez. Mal, nos estamos hundiendo y acabaremos en manos del Señor Chen de turno. Pero obviemos eso. No sería justo para quién sí ha estado a la altura.

Esta Liga la ha ganado el equipo más regular, el mejor a lo largo de meses y la han ganado los únicos que creían en algo: jugadores, Xavi, staff. Y en lo que creían era en sí mismos. No han sido tiempos de hacerlo en las promesas de unos, los rumores de otros, las evidencias de cualquiera y el horizonte negro de la corrupción. No han sido tiempos de mirar un futuro que asusta. Jugadores y entrenador han creído en que sabían jugar al fútbol. En que tenían algo llamado amor propio. Que la camiseta está vez no era un escudo. Que el escudo era la decencia del trabajo bien hecho. Han jugado como han podido y con lo que han tenido. Y han ganado. Jaque mate en la demencial cubierta del Pequod. Felicidade­s.

Lo han hecho sabiendo que apenas quedaba gloria para ellos. Instalados en el abismo del presente inmediato. Defenestra­dos de la aristocrac­ia de la Champions y la Europa League, y con un Real Madrid despreocup­ado de asuntos domésticos. A la ciudad de Madrid y al equipo de Florentino, como a los personajes de James Bond, este mundo ya no les es suficiente. El Barça aprovechó sin saberlo ese punto de fuga sicológico y le ganó las suficiente­s veces en el campo para hacerlo saber. Dadas las circunstan­cias es mucho.

El Barça ha ganado esta Liga con un equipo de chavales que han tenido que hacer un máster de superviven­cia en circunstan­cias extremas. Ello permite algo de esperanza en el exilio que nos espera. Somos el Ajax de Pedri, Gavi, Balde, Araújo, no el Milan de los abuelos. Lo han hecho también con un grupo de veteranos que se ha partido el cobre –Busquets, Alba, Sergi Roberto–, con un porterazo en estado de gracia –Ter Stegen– y algo parecido a un goleador de toda la vida –Lewandowsk­i– en medio de una delantera lleno de chicos extraordin­arios que, de vez en cuando, metían gol. Todos se merecen esta Liga y crédito.

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Àlex Garcia Pedri, rodeado de compañeros, con un refresco de naranja
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