Turismo, la bolsa o la vida
El debate sobre un modelo desbordado por el éxito que ha disparado el coste de la vivienda define la campaña en las islas
La socialista Francina Armengol aspira a conseguir el 28 de mayo el tercer mandato consecutivo en Baleares, algo que en los 40 años de autonomía del archipiélago solo ha logrado el histórico dirigente del PP Gabriel Cañellas en los inicios autonómicos.
Los sondeos que se han publicado hasta la fecha no despejan la incógnita en estas trascendentales elecciones, pero dos problemas se han cruzado en el camino de Armengol: la saturación turística de la comunidad y, sobre todo, el inalcanzable precio de la vivienda en las islas, que incluso ha llevado a varios centenares de ciudadanos de Palma a vivir en caravanas en el extrarradio ante la imposibilidad de poder pagar un alquiler.
En Baleares, las habitaciones se alquilan a precio de vivienda y en muchas zonas de Palma y de Eivissa no bajan de 500 euros al mes.
Un municipio ibicenco, Santa Eulària des Riu, es la localidad de España con el precio más alto, 4.407 euros el metro cuadrado, por encima de San Sebastián, que hasta ahora ostentaba el récord. En Baleares, la hipoteca media que se firmó en el 2022 fue de 234.313 euros frente a los 145.190 euros de la media española. El Colegio de Registradores de la Propiedad da otro dato relevante: el 34 % de las viviendas que se compraron en las islas las adquirieron extranjeros.
Las estadísticas son frías, pero en Baleares han encendido el debate electoral hasta el punto de que la vivienda puede ser el talón de Aquiles de la presidenta. El archipiélago ha ejercido, durante estos años, como una especie de laboratorio de ideas en materia de vivienda: hace años que se expropia el uso de los pisos vacíos a los grandes tenedores y el Govern ya hace de avalista de las hipotecas, una medida que aprobó recientemente el Consejo de Ministros.
Sin embargo, no son suficientes, al menos por ahora, para contener los precios, y ya se busca hacer otra prueba: prohibir en todo el archipiélago la compra de vivienda a quien no lleve residiendo al menos cinco años. La consulta ya se ha hecho a la Unión Europea y, por ahora, la respuesta ha sido desalentadora porque choca con la libertad de movimientos de personas y de capitales.
Este recalentamiento de los precios guarda relación con un éxito, el excelente comportamiento turístico del archipiélago, que ha permitido que no haya paro en las islas y que falte mano de obra en la hostelería. Sin embargo, también ha traído consigo un aumento de la población de difícil digestión y, sobre todo, un número de turistas que hace que cualquier día del mes de agosto casi se doble la población real del archipiélago.
Baleares tiene 1,2 millones de habitantes y recibe 16 millones de turistas al año en sus 500.000 plazas hoteleras y de alquiler vacacional. La sensación de saturación y de desmesura ha llegado a tal extremo que en los últimos años el Govern de Francina Armengol ha comenzado a aplicar una política de decrecimiento turístico que busca marcar límites a la llegada de turistas para que las islas no se ahoguen en ese mar de éxito.
Una nueva ley turística, aprobada hace un año, fija una moratoria de nuevas plazas turísticas y de hecho persigue la eliminación paulatina de plazas, mientras el acuerdo político de la izquierda pasa por dejar de hacer promoción turística de las islas. El puerto de Palma es el único de toda España que ha puesto limitaciones a la llegada de cruceros y en Formentera se ha limitado la llegada de vehículos en verano.
El Govern de izquierdas, presidido por Francina Armengol con el apoyo de Podemos y de Més, busca decrecer y contener la sensación de saturación que hay en las islas varios meses al año. Para los sectores más ecologistas, esas medidas han llegado demasiado tarde, por lo que existe cierto descontento. Para el PP y Proposta
per las Illes, un partido de corte insularista y autonomista, el decrecimiento no es la solución. Apuestan por la gestión y planificación de los flujos turísticos que no impliquen reducción ni de plazas ni de turistas.
Esos dos modelos son los que ahora se pondrán sobre la mesa en las elecciones del 28 de mayo. Francina Armengol es consciente de que se juega el mandato y de que estos dos debates, la vivienda y el turismo, pueden ser decisivos.c
Francina Armengol aspira a la reelección con un programa de decrecimiento de la oferta turística
Los grupos de la oposición defienden un control, pero no una reducción de las plazas de alojamiento