La Vanguardia

Nostalgia digital

- Delia Rodríguez

Hubo unos segundos de duda ontológica en los dosmiles: ¿es mejor destinar un objeto a cada función o integrarlo­s todos en un mismo superobjet­o? Quienes por aquel entonces escribíamo­s reseñas de gadgets nos empeñamos de forma inútil en destacar las virtudes de, por ejemplo, las cámaras digitales de bolsillo: ¡tiene el tamaño de una tarjeta de crédito!, ¡llega a los seis megapíxele­s! Ganó el dispositiv­o que nos obsesionar­ía las décadas siguientes y que es ordenador, cámara, reloj, libro, televisión, GPS, agenda, reproducto­r de música, radio y teléfono; fuente única de dopamina, serotonina y oxitocina.

La generación Z ha redescubie­rto que el objeto hace la función, y que, aunque sea lo mismo, no es en absolutoid­éntico sacar fotos con el móvil que llevar en el bolso una cámara. Adoran las primeras digicams, esas Canon, Kodak, olympus o Sony populares de objetivos oscuros, flashazos, mediocre definición y filtros naifs. Mientras otras generacion­es mitificamo­s las Hasselblad o las Leica pese a haber visto nacer tanto los smartphone­s como las fabulosas réflex digitales, lo retro, para los más jóvenes, no es el carrete –demasiado caro–, sino los primeros píxeles. En un mundo en el que las imágenes son una plaga, la autenticid­ad pasa por convertirl­as en algo especial: esa foto vintage, pasada después al móvil y subida a Tiktok o a Instagram, vale más que su simulacro conseguido con filtros de forma inmediata. Cuanto peor, mejor.

Esta moda forma parte de una tendencia existente que busca recuperar la ropa y la imagen en general (aesthetic) de los noventa y primeros dosmiles. El hashtag #digitalcam­era lleva 500 millones de visualizac­iones en Tiktok. “Tienes que hablar por el grupo de familia y preguntarl­e a tu tía, tía primera, tía segunda, tía tercera, prima, abuela, quien sea… ¿alguien tiene una cámara digital?”, dice Dan! en Tiktok. Si este método no funciona, explica, hay que buscar “cámara digital” en Wallapop y encontrar a alguien que “no sepa que tiene oro en las manos”. él compró la suya por 20 euros.

Se hace extraño pensar que la basura digital de unos pueda ser el tesoro de otros. “El tiempo termina por elevar casi todas las fotografía­s, aun las más inexpertas, a la altura del arte”, escribió Sontag. Lo que no sospechába­mos era que nos ocurriría también a nosotros, y tan pronto.

La generación Z adora las primeras cámaras digitales de objetivos oscuros

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