Jaime Lorente y la fama útil
Ser padre le ha dado sentido a su cambio de vida
Hay dos puntos de inflexión en la trayectoria de un actor que le indican que está en el siguiente escalón: protagonizar una ficción de éxito apabullante o recibir un Goya. Existe otro complementario: convertirse en reclamo de una firma de alta gama para ser su embajador. Con la campaña El vividor, Jaime Lorente lleva dos de tres. El protagonista de Cristo y Rey y Denver en La casa de papel interpretó el tema El chaval –sí, Jaime también es cantante– en la reciente presentación de G’vine by Jaime Lorente, su segunda colaboración con la marca prémium de ginebra francesa.
Lorente (Murcia, 1991) se enfrentó al reto de interpretar a alguien tan controvertido y sórdido como el domador Ángel Cristo: “En la construcción del personaje me basé poco en su vida y mucho en el guion para conformar un tipo con carisma y entrar luego en la tragedia que generó a todos quienes estaban a su alrededor. Podría decir que es el rodaje más duro en el que he estado”. Explica el actor que siempre acaba encontrando un lugar donde conectar con el personaje al que se da vida. No fue el caso. “Hay una escena en la que estoy de fiesta de noche y al día siguiente mi hija va a coger los restos de cocaína que dejé sobre la mesa. Yo justo acababa de ser padre y ¡ufff! Lo pasé muy mal, ¡cómo alguien puede hacer eso!”. Entonces el reservado actor se abre en canal y confiesa cómo ser padre –lo fue por segunda vez el 2 de mayo– ha cambiado su sensibilidad: “Pero muchísimo, de ponerme a llorar con cosas por las que jamás he llorado. El día que vinieron mis padres a casa a conocer al chaval, al irse estuve media hora llorando de emoción. Se repite el proceso que viví con mi primera hija: estoy supersensible y todo me afecta mucho más. Ahora, a cada paso que doy en mi vida pienso que hay alguien que depende de mí y está bajo mi responsabilidad. Los niños merecen crecer en un ambiente sano y feliz, y aprender en casa qué está bien y qué está mal”.
Ser Denver en La casa de papel, la ficción en habla no inglesa más vista en la historia de Netflix, le dio una popularidad a la que le costó acostumbrarse. Mucho. “La fama también me ha dolido mucho. Creo que se debería verbalizar lo difícil que es gestionar esto. Nunca me quise dedicar a la actuación por fama o dinero, jamás. Y de repente La casa de papel hizo que mi vida cambiara sin yo quererlo.
Nadie me avisó de que eso podía pasar ni de cómo gestionarlo. Llegó un momento que dije, ¡hostia, es que no soy feliz! Currando en La casa llegué a sentir que no quería seguir dedicándome a esto porque me había robado la vida. Pero mi padre me recordó algo que le dije al tener a mi primera hija: que todo lo que he conseguido ahora cobraba un sentido. Tengo el privilegio de poder darle a mis hijos una buena vida”. Jaime no es injusto. Reconoce que La casa de papel le ha ofrecido lo más importante de su vida: “No solo me ha dado el éxito profesional: rodándola conocí a mi mujer y con ella he tenido a mis hijos”.
Su siguiente proyecto, que comienza a rodar este viernes, es un biopic sobre un grupo musical que aún hoy resulta incalificable: Locomía. “Mucha gente no lo sabe, pero de pequeño bailaba un montón. Me lo pasaré pipa”, admite riendo.c
Durante un lapso de tiempo pensó en dejar una profesión que le había “robado la vida”, según explica