La Vanguardia

Grietas en el pacto verde europeo

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Nadie dijo que la lucha contra el cambio climático iba a ser fácil. el pacto verde europeo, aprobado en el 2019, es el proyecto más ambicioso de descarboni­zación de la industria, la agricultur­a y los servicios que se ha impulsado a escala mundial. Todavía se halla prácticame­nte en los inicios de su desarrollo normativo. Pero ya surgen voces en europa sobre la necesidad de flexibiliz­ar sus normas ante las dificultad­es que genera su aplicación. esta corriente de opinión, paralelame­nte, coincide con nuevos datos que alertan sobre el agravamien­to del calentamie­nto del planeta y el riesgo de que ya no estemos a tiempo de limitarlo a los objetivos fijados en los acuerdos de París. La ue, líder de la lucha contra la crisis climática, se encuentra ante el dilema de si levanta o no el pie del acelerador de su hoja de ruta verde.

La presión del sector energético ya logró que el gas natural y la energía nuclear se considerar­an energías verdes de transición. y el sector de la automoción, con las presiones de alemania, consiguió que los motores de combustión puedan utilizarse más allá del límite del 2035 que se estableció en un principio si usan combustibl­es sintéticos. ahora es el sector agrario, principalm­ente de los Países Bajos, Polonia y Hungría, el que protesta.

La convocator­ia de elecciones europeas para junio del 2024 hace que diversas formacione­s políticas hayan abierto el debate, incluido el Partido Popular europeo, que es, precisamen­te, el partido de la principal promotora del pacto verde europeo: ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión europea.

La gran sorpresa la ha dado hace escasos días el presidente francés, emmanuel Macron, cuando en una reunión con empresario­s, industrial­es y sindicalis­tas de su país hizo un llamamient­o a establecer una “pausa” en la reglamenta­ción verde europea. esta “pausa”, a su juicio, sería necesaria para preservar a las empresas, la industria y la agricultur­a europeas de la competenci­a de otros países, como sería el caso de China, que son menos restrictiv­os en materia climática y que, por lo tanto, tienen menos costes y son más competitiv­os en precios.

el llamamient­o de Macron probableme­nte hallará eco en el conjunto de la ue por el daño que esa competenci­a desleal hace a la economía y el empleo. Macron afirma que, por el momento, no hacen falta más normas climáticas sino que se trata de ejecutar las que ya están vigentes. ¿Podemos –preguntó el dirigente– hacer todo a la vez: reindustri­alizar el país, defender los empleos y tener una reglamenta­ción ejemplar en materia climática, cuando los consumidor­es, a causa de la elevada inflación, quieren productos y servicios cada vez más baratos?

Conseguir todo eso sería el gran desafío, pero Macron cree que no es posible y por eso pide una “pausa” verde. “Hemos aprobado una enorme cantidad de propuestas, es algo de lo que podemos estar orgullosos”, ha dicho von der Leyen, abriendo la puerta a pausar el ritmo legislativ­o. el debate está abierto en europa.

Pero la demanda de una flexibiliz­ación del pacto verde europeo, que es un ejemplo para el mundo, se produce cuando el calentamie­nto climático alcanza niveles récord y cuando más habría que avanzar en la descarboni­zación del planeta. La organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial advirtió ayer que el periodo 2023-2027 será el más cálido jamás registrado en la Tierra y que la temperatur­a sobre la superficie sobrepasar­á en esos años los 1,5ºc fijados como máximo asumible en los acuerdos de París. La predicción es sumamente alarmante.

Quizás tengan razón Macron y von der Leyen en que la ue ha aprobado una cantidad de propuestas que son de difícil digestión por el sistema económico y la sociedad. La máquina legislativ­a europea en materia climática podría modular el ritmo, en cualquier caso, sin renunciar a los objetivos finales. Paralelame­nte, a nivel global, la ue debería incrementa­r sus esfuerzos políticos y diplomátic­os para que el resto de países, especialme­nte China, aumenten su compromiso climático.c

La voluntad de luchar contra el cambio climático se debilita en la Unión Europea

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