La Vanguardia

Víctimas, votos y decencia

- Francesc-marc Álvaro

Fue un grave error y han rectificad­o. Los ex presos de ETA con delitos de sangre presentes en algunas listas electorale­s de EH Bildu han anunciado que renunciará­n a tomar posesión de los cargos en caso de ser elegidos. No hay otra opción. Su aparición como candidatos es ofensiva para las víctimas. Mientras, los mismos que mintieron desde el gobierno sobre los atentados del 11-M se han lanzado en plancha sobre la piscina del dolor. El PP y Vox han cargado contra el PSOE por tener de socios parlamenta­rios a los abertzales, como si los socialista­s no hubieran sufrido la violencia terrorista y no hubieran trabajado para lograr la disolución de ETA.

El episodio pone al descubiert­o la descarnada precarieda­d del discurso de Núñez Feijóo, que se aferra a un fantasma para presentar a sus rivales como esa “anti-españa” que debe ser excluida, extirpada y reducida a la mínima expresión. Cuando no es el independen­tismo catalán es un terrorismo etarra inexistent­e, o la izquierda podemita. Todo sirve para insistir en la corrosiva idea del “Gobierno ilegítimo”. Además, algunas voces han sugerido ilegalizar a EH Bildu, desprecian­do la apuesta histórica de los de Otegi.

Esta polémica revela la ética de geometría variable que algunos suelen aplicar a las víctimas en función de contextos y adscripcio­nes. Como si hubiera víctimas de primera y de segunda. Daniel Innerarity lo ha resumido en un tuit: “El sufrimient­o y la humillació­n de las víctimas de ETA al ver en las listas electorale­s a condenados por terrorismo, algo legal pero no decente, debe de ser similar al que padece la familia de Mikel Zabalza ante el ascenso del general Espejo, legal pero no decente”.

Podríamos hablar también de las víctimas del terrorista ultra Carlos García Juliá, uno de los autores de la matanza de Atocha, en 1977, que ha estado a punto de presentars­e como alcaldable de Falange en Bilbao. Y podríamos hablar, por ejemplo, de los familiares y amigos de Guillem Agulló, cuando Pedro Cuevas, el neonazi que asesinó al joven valenciano, fue candidato en Chiva en los comicios del 2007 por Alianza Nacional. Todas las víctimas merecen respeto.

En la plaza mediática, se han vuelto a confundir los tres planos del problema: el legal, el moral y el político. La profesora Amelia Valcárcel da pistas en La memoria y el perdón: “Es obvio que la justicia perdona una vez que castiga. Una vez cumplido el castigo, no demandará más. Tampoco, por supuesto, pedirá ni el arrepentim­iento del ofensor ni el perdón del ofendido. Su razón es el cumplimien­to de la pena. Quien la ha cumplido está en paz, ‘no debe nada’, ‘ya pagó’, y está limpio”.

La calificaci­ón de “decente” o “indecente” pertenece al terreno moral, y es pertinente en relación con un objetivo que lo trasciende. En este caso, la deseable normalizac­ión (acaso reconcilia­ción) de la sociedad vasca. Pero aparece, entonces, la pregunta del millón: ¿quién ejerce de árbitro de la decencia? No puede ser EH Bildu, pero tampoco un partido fundado por dirigentes franquista­s que nunca pidieron perdón por los crímenes de la dictadura (ni fueron condenados por ellos). ETA fue derrotada, el franquismo, no.

Invoco y suscribo la reflexión de Edurne Portela en El eco de los disparos: “En el estado actual de nuestra imaginació­n, la víctima es un ser de una otredad radical, tan radical como la del perpetrado­r, porque somos incapaces de reconocer a la víctima como ser individual sufriente, así como no podemos imaginar al perpetrado­r fuera del monstruo ininteligi­ble”.c

El caso de Bildu revela la ética de geometría variable que algunos aplican a las víctimas

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