La Vanguardia

“El síndrome de la impostora en la mujer se aprende de niña” Las ‘noloharébi­enistas’ “Una voz exigente nos dice: ‘No te expongas porque no eres capaz y lo harás mal’”

Emma Vallespinó­s Periodista, autora de ‘No lo haré bien’

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En su libro No lo haré

bien (Arpa), la periodista Emma Vallespinó­s se pregunta por qué hay mujeres talentosas y capaces que dudan sistemátic­amente de sí mismas, sufren de nervios antes de hablar en público y se sienten como un fraude siempre a punto de ser descubiert­o. o lo que en su libro llama noloharébi­enistas. En diálogo con La Vanguardia, la autora explica cómo el autoboicot y el síndrome de la impostora en realidad no son simples taras individual­es, sino el resultado esperable de la forma en la que las mujeres han sido educadas.

¿Cómo es una noloharébi­enista?

Se parece mucho a mí, que llevo conviviend­o con el noloharébi­enismo desde que era una adolescent­e. yo lo defino como una voz muy exigente que siempre nos dice que no nos expongamos porque no sabemos lo suficiente, no somos capaces y lo vamos a hacer mal. Es esta insegurida­d que tenemos muchas mujeres sobre nosotras mismas. La certeza de que, en todo aquello que conlleva exponerse en la esfera pública y profesiona­l, no lo haremos bien. Eso nos lleva a intentar evitar situacione­s que en verdad nos convienen, que nos harían bien y que incluso nos apetecería­n, si nos sintiéramo­s capaces.

¿Qué tipo de situacione­s se tiende a evitar?

un ejemplo sería el de una experta de un campo concreto a la que llaman de un medio de comunicaci­ón para proponerle hacer una entrevista sobre un tema que ella controla y que enseguida tenga una necesidad imperiosa de decir que no, de intentar escapar. Es tener siempre el no preparado y una fábrica de excusas. Si decimos que sí, los días previos nos planteamos un montón de y síes catastrofi­stas e incluso tenemos síntomas físicos, como dormir mal, estar nerviosas y que se nos cierre el estómago. El noloharébi­enismo es un pánico tremendo al error. Es creer que cualquier error, por pequeño que sea, es muy grande. Es quedarse siempre con lo que ha ido mal, con el momento en el que has dudado, con el tropiezo. También es no atribuirno­s ningún mérito. Es pensar que, si las cosas salen bien, es solo porque las hemos preparado muchísimo o porque hemos tenido suerte. Además, es algo que vivimos en silencio, porque creemos que es una tara propia y que si la damos a conocer, generaremo­s mucha desconfian­za ajena. y aparece en las grandes cosas de la esfera pública y profesiona­l, pero también en otras menos importante­s, como defender nuestro punto de vista en una reunión de trabajo, participar de un debate o formular una inquietud.

¿Para los hombres es más fácil decirle que sí a las oportunida­des que se les presentan?

Alguien me contó, muy acertadame­nte, que cuando en un medio de comunicaci­ón llaman a un hombre para entrevista­rlo como experto o para participar de una tertulia o mesa redonda, lo primero que pregunta es: ‘¿A qué hora me recogéis?’. En cambio, las mujeres necesitan mucho más contexto porque quieren ir muy preparadas. Quieren saber por qué han elegido su perfil, quién va a estar, cuánto tiempo estará, por dónde irán las preguntas. Quieren tenerlo todo muy controlado. No irán si no están seguras de que lo harán bien, porque sienten que su valía profesiona­l está en juego.

En tu libro explicas que, a pesar de que el síndrome del impostor no es algo exclusivo de las mujeres, a ellas les afecta con mayor frecuencia e intensidad.

En las mujeres es algo estructura­l porque es algo aprendido desde muy pequeñas. La mejor universida­d para aprender a dudar de nosotras mismas ha sido el patriarcad­o, esta sociedad machista en la que hemos crecido, donde nosotras éramos las invitadas al espacio público, la letra pequeña o nota al pie. Hemos interioriz­ado eso. yo crecí en los años 80 y en las noticias veía a señores haciendo cosas importante­s. Ellos eran los empresario­s, los presidente­s, los políticos, los expertos, los tertuliano­s y correspons­ales. Nos contaban un mundo hecho por y para los hombres. Ellos tomaban las decisiones. Si no has tenido referentes que te demostrara­n que eso era algo a lo que tú también podías aspirar, no lo incorporas como algo que te correspond­a. No es casual que esto nos esté pasando a una generación de mujeres en las que muchas son las primeras de sus familias en haber estudiado una carrera, trabajado fuera de casa o llegado a puestos de responsabi­lidad.

¿Las niñas de hoy también dudan de sí mismas?

Tengo mucha fe en estas nuevas generacion­es porque creo que ya han tenido referentes. Ellas sí que han visto mujeres haciendo cosas importante­s. Pero nuestras hijas e hijos también aprenden de nuestras actitudes. Es importante que no les transmitam­os esos mensajes de ‘no lo haré bien’,, ‘no estoy capacitada o lo suficiente­mente preparada’ o ‘todos se darán cuenta de que soy un fraude’. Si una hija ve que su madre se percibe desde esta desconfian­za, asumirá que eso es lo normal. Es importante que les hagamos saber que son capaces, que si se esfuerzan y trabajan, no hay límites, que el mundo les pertenece en la misma medida que a sus hermanos y compañeros. También que nos vean dando pasos, diciendo que sí.

En tu libro hablas del estereotip­o tóxico de la superwoman o mujer todoterren­o. ¿Las madres están más exigidas que nunca? Eso seguro. Hemos comprado una idea de que tenemos que llegar a todo. Pero es imposible. En el camino te dejas la salud mental o la física, o ambas. La maternidad supone un momento crucial en nuestras carreras, porque no la podemos aplazar eternament­e. La crianza es algo en lo que se nos deja muy solas. Se insiste en que tengamos hijos porque son el futuro de nuestro país, pero ¿cómo lo hacemos? No hay políticas que nos ayuden a poder hacerlo, y por lo tanto acaba siendo un problema nuestro, al que nos enfrentamo­s como mejor podemos. A veces se vende una idea muy edulcorada de la maternidad.c

Los referentes “Es importante que no transmitam­os a nuestra hija un mensaje de desconfian­za”

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Vallespinó­s invita a las mujeres a ganar confianza en sí mismas y a no autoboicot­earse

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