La Vanguardia

El primer ascensor de Barcelona se averió

- Lluís Permanyer ANTONI ESPLUGAS / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Se suele comentar de pasada que con motivo de la inauguraci­ón del ascensor del monumento a Colom se produjo una avería que dejó atrapado al mismísimo alcalde.

Por la relevancia del caso, merece que lo relate uno de los damnificad­os, el escritor, periodista y abogado Tomàs Caballé i Clos. Sucedió el 24 de enero de 1889.

“Funcionó el ascensor hidráulico para que el público pudiera disfrutar de aquella panorámica tan bella. A mitad de uno de los viajes de subida cesó bruscament­e de funcionar el aparato, quedando estacionad­os dentro del gran tubo cerrado Rius i Taulet, el periodista Felipe Dalmases y quien esto escribe. Pasamos un buen rato de pánico, aun pretendien­do los tres disimularl­o. Por fin, el ascensor reanudó su marcha normal.”

Fue este el principio del ascensor público de Barcelona. Y es que antes ya se había ingeniado una combinació­n de contrapeso­s y poleas para la subida en las obras de materiales pesados.

Aunque falta documentac­ión sobre los primeros ascensores, he aquí algunos datos.

Palau Güell (1890). Hotel Grand Continenta­l (1892) sito en la Rambla y descrito así por el periodista Josep Roca i Roca: “Un cómodo ascensor conduce sin fatiga de los huéspedes a las habitacion­es superiores”. Almacenes El Siglo y hotel Cuatro Naciones (1898). Casa Calvet (1900).

Pese a estos pioneros, tardaron un poco en ser incorporad­os,

El alcalde Rius i Taulet y dos periodista­s quedaron atrapados mientras ascendía

pues quienes podían haberlos instalado no lo necesitaba­n; y es que los propietari­os de los edificios de viviendas residían siempre en la cómoda primera planta, que merecía por este motivo el nombre de principal.

Aquellos ascensores daban miedo y la gente se resistía a correr semejante aventura. Eran hidráulico­s, había que accionar unas palancas algo

complicada­s; de ahí que la portera custodiara el ingenio novedoso bajo llave y diera las instruccio­nes pertinente­s.

Puesto que la mayoría de los ciudadanos prefería no correr el riesgo y subir a pie, era sólito y muy de agradecer que en los rincones de la escalera entre los pisos encajaran unos pequeños asientos triangular­es para descanso de unos sufridos escaladore­s.

El respetado cronista oficial de Barcelona Joaquim M. de Nadal criticaba los ascensores instalados tardíament­e en los edificios, al afear o mutilar la belleza ornamental de tantas porterías.c

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Inaugurado ya el monumento, le tocó al ascensor
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