Fama ‘très chic’

esto no es una crítica desapasionada –nunca lo son– ni siquiera una fría reseña. es más bien una glosa entusiasta de Valeria Bruni Tedeschi; una carta de amor como la que ella, como directora, se ha escrito a sí misma –y a su profesión– en este filme sobre sus años de formación como actriz en la escuela de Patrice Chéreau. el reconocimiento de una intérprete volcánica y sutil ante la que –como alfonso sánchez con anuk aime (si recuerdan al gran crítico televisivo)– uno siempre cae rendido a sus pies.

Tedeschi, como directora, evoca aquí unos años –finales de los ochenta– que fueron, para ella, de colores brillantes y fuegos artificiales. Unos tiempos en los que se sentía invencible a pesar de la droga, el sida y la muerte que lo teñía todo a su alrededor. Como en The souvenir, impera en su filme la búsqueda de una voz creativa, la sumisión a un amor imposible y la sombra de la heroína. Pero más que el carácter melancólico y reflexivo del cada vez más valorado filme de Joanna Hogg –recientemente homenajeada por el festival D’a en Barcelona–, Bruni Tedeschi se decanta aquí por la exuberancia festiva y autoindulgente, sí, autoindulgente, de, por ejemplo, Fama, de alan Parker. Un Fama très chic, si se quiere, donde la fama cuesta y hay que sudarla, claro, pero también hay que vivirla.

¿superficial? Puede ser. ¿euforizante? Por supuesto. sin olvidar esas gotas de melancolía y oscuridad que van avanzando poco a poco cuando los protagonistas dejan de sentirse invencibles y la juventud se aleja en el calendario. nadia Tereszkiewicz, la joven stella, protagonista de la ficción (Stella no es un nombre inocente), la actriz que interpreta con pasión a Bruni Tedeschi, recibe, en un momento dado, un consejo de su mayordomo –así era Valeria en realidad, de casa rica–: “cuidado con volverse loca” y con “quemar la vida”. y sin embargo esta gran juventud apuesta por quemarse antes que dejarse desaparecer. Beso, Valeria.c