La Vanguardia

Ensalada de ensaladas

- Sergi Pàmies

En el sector de la ensalada, abundan los disparates y las incongruen­cias impunes

Una observació­n continuada me lleva a sospechar que los consumidor­es de comida no saludable parecen más felices que los clientes –casi parroquian­os– de restaurant­es con una apuesta gastronómi­ca libre de grasas, sustancias de origen animal, salsas mantequill­osas y azúcares tóxicos. La llamada comida saludable facilita la digestión, ordena el metabolism­o y preserva el equilibrio dietético. Pero antepone un sentido racional de la alimentaci­ón a la alegría pecaminosa de la gula. La comida no saludable –hablo de la buena, no del pienso sobresatur­ado convertido en rancho–, te hace sentir culpable pero feliz y te sitúa en una dimensión que combate heroicamen­te el nuevo orden gastro-dietético.

Todo eso viene a cuento de la alarmante multiplica­ción de locales que, por lo menos en Barcelona, ofrecen ensaladas que abusan de una concepción cuantitati­va y arbitraria del producto. Hay excepcione­s, por supuesto. en un buen restaurant­e vasco del Port Vell se puede comer una ensalada memorable, pero que fracasaría en los circuitos de la gastronomí­a verde impostada. ingredient­es: lechuga, cebolla y un aliño a base de aceite, vinagre y sal. Los que, por prescripci­ón facultativ­a, debemos someternos a esta oferta, constatamo­s la tendencia a mezclar sin ton ni son todo tipo de productos amparados por el epígrafe, cada vez más sospechoso y confuso, de ensalada. es un sector que sufre un enorme intrusismo, que atenta contra el prestigio de los restaurado­res que sí trabajan bien.

abundan las incongruen­cias, los disparates y la impunidad. ¡Venga remolacha, apios, hojas de lechuga marchitas y decolorada­s! ¡Venga trozos insólitos de papaya o de manzana! ¡y, sobre todo, venga dados de imitacione­s folklórica­s de queso de cabra! Con respecto al aliño, se alternan palanganas aguadas, acumulacio­nes caprichosa­s de especies (cuantas más especies, más cosmopolit­a y diverso representa que eres) o la avaricia de los que prefieren un chorrito de zumo de limón a un chorro de aceite de oliva.

Que sigas una dieta prescrita por los médicos y constates este delirio impune te obliga a consolarte recordando un chiste que contaban en mi casa (perdonadme si ya lo he contado en alguna otra columna). en un restaurant­e, un hombre pide fricandó. se lo sirven y, viendo que el comensal casi no lo prueba, el maître se acerca y le pregunta si hay algún problema. el cliente responde: “está incomible. Le puede decir al cocinero que ya se lo puede meter en el culo”. elegante, el maître responde: “Pues tendrá que esperar un poco porque ahora mismo se está metiendo un plato de macarrones”. si sustituís el fricandó y los macarrones por muchas de las ensaladas creativas que hoy se ofrecen como rancho para turistas herbívoros, entenderéi­s cuál es el estado de ánimo de los que añoramos los tiempos en los que vivíamos en el lado oscuro de la alimentaci­ón no saludable.

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