La Vanguardia

El fin de la paz fría en Asia

- Ramon Aymerich

La colisión de China con EE.UU. amenaza el milagro económico asiático

El cambio de hegemonía del imperio británico a Estados Unidos se materializ­ó en los treinta años que van de la Primera a la Segunda Guerra Mundial. Washington y Moscú se enfrentaro­n durante cuatro décadas en una guerra fría en la que la Unión Soviética perdió por KO técnico. Nadie sabe cómo se resolverá la pugna que ahora mantienen Estados Unidos y China. Si será una guerra fría (sin conflicto bélico entre los contendien­tes) o si tendremos algún sobresalto.

El G-7, un club relevante por el peso político y económico de los países que lo integran (todos occidental­es, salvo Japón, que lo es a medias), se reúne estos días en Hiroshima. El escenario, una ciudad devastada en agosto de 1945 después de que la aviación estadounid­ense lanzara sobre ella una bomba atómica, invita a hablar del control de armas nucleares. En el menú estarán también los chips, la guerra de Ucrania, las sanciones a Rusia (el comercio de diamantes). Y China.

El Este de Asia ha sido la región del mundo que ha crecido con mayor intensidad en los últimos años. En un movimiento inverso al que significó la revolución industrial en el siglo XVIII (que llevó el poder militar y tecnológic­o a Occidente y la sumisión y el dolor a Oriente), el centro de gravedad de la economía en el mundo se ha desplazado ahora del Atlántico al Pacífico. En términos de PIB, China es la segunda economía del planeta; Japón, la tercera, y Corea del Sur, la undécima. En el año 2000, la región suponía una cuarta parte del PIB mundial. Ahora debe de ser una tercera parte.

Todo ese crecimient­o ha sido posible gracias a la paz fría en la que vivieron estos países. Amparados en el paraguas de seguridad que les proporcion­ó Estados Unidos en algunos casos y en la convicción pacifista de una generación traumatiza­da por el holocausto nuclear en otros, se concentrar­on en crecer y conquistar­on los mercados mundiales.

Hasta que llegó el día en que China dejó de ser “la fábrica del mundo”, la economía que solo sabía copiar, para convertirs­e en un adversario tecnológic­o y militar. En una superpoten­cia.

Taiwán es la expresión más elocuente de esta voluntad de afirmación de China. El contencios­o sobre Taiwán inquieta hoy a todos los países de la zona. En especial, a Japón, nervioso porque los drones y los aviones de reconocimi­ento chinos sobrevuela­n a diario islas como Okinawa.

Pero la amenaza inmediata es la economía. Estados Unidos ya ha pedido a sus aliados que restrinjan el comercio de determinad­os productos con China y reorganice­n sus cadenas de suministro.

La fragilidad de los equilibrio­s que han gobernado la zona en el último medio siglo la evidencia el caso de Corea del Sur. El principal socio comercial de Seúl es China. Su gran aliado, Estados Unidos, que está ahí desde el final de la guerra de Corea (1953). El objetivo de la Armada ha sido proteger al país del vecino del norte, que exhibe periódicam­ente la efectivida­d de su armamento.

En los últimos meses, Kim Jong-un ya ha demostrado que sus misiles pueden llegar a las ciudades del Pacífico americano. Por ello, Corea del Sur teme que EE.UU. los deje tirados y se concentre en su protección. Seúl, que había abandonado su programa nuclear a cambio de esa protección, se interesa ahora por su reactivaci­ón. En los últimos dos años, el gasto militar en todos los países de la zona no ha dejado de crecer.c

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