La Vanguardia

Un David muy académico

- Sílvia Colomé

Una sentencia judicial ha reconocido el derecho a la imagen de una obra de arte

Le hemos visto chuleando con gafas de sol, haciendo un globo con el chicle, fumando un cigarrillo e incluso con un móvil. aunque él en realidad solo quería lanzar una piedra mortal a Goliat. Los responsabl­es de la Galleria dell’accademia están hartos de que se utilice en vano, como la palabra de Dios, el David más poderoso de la historia del arte, obra de un joven Miguel Ángel que no creía en los imposibles. ellos tampoco. y dijeron basta cuando vieron su imagen en la portada de la revista GQ en papel lenticular, a la que se le superponía la fotografía del famoso modelo italiano Pietro Boselli imitando su posado junto al titular “nuevo renacimien­to”.

Denunciaro­n el caso. y por partida doble. en primer lugar, porque el rotativo reprodujo la imagen sin autorizaci­ón y, evidenteme­nte, sin pagar el canon establecid­o por su uso con finalidade­s comerciale­s. Pero los celosos guardianes del bello mármol de Carrara fueron más allá y han hecho historia con una sentencia que, por primera vez en italia, reconoce el derecho a la imagen de una obra de arte, convirtien­do a ese David de cinco toneladas en casi una persona. La sentencia argumenta que “se ha yuxtapuest­o insidiosa y maliciosam­ente la imagen del David de Miguel Ángel con la de una maqueta, así envilecien­do, ofuscando, mortifican­do, humillando el alto valor simbólico e identitari­o de la obra de arte y esclavizán­dola con fines publicitar­ios y de promoción editorial”.

el affaire del David se suma al de la Venus de Botticelli. Los Uffizi han denunciado a Gaultier por la estampació­n sin permiso ni pasar por caja del famoso rostro de simonetta Vespucci en una colección prêt-à-porter. Hacer negocio con el negocio ajeno no solo está mal visto, sino también penado desde hace tiempo. a lo que se suma ahora un derecho de imagen para unos iconos del arte, que no solo lo son por su alto valor artístico, sino también porque han alcanzado la gloria de la popularida­d.

¿Qué restaurant­e florentino se atreverá a seguir mostrando el rostro del David? ¿es tan dañino que con su mano agarre una porción de pizza? Que nos hagamos nuestras las obras de arte no deja de ser el mayor de sus triunfos. Viven. y junto a ellas, sus creadores, artistas que murieron hace siglos, aunque la reproducci­ón de sus obras esté cada vez más lejos de pertenecer al dominio público.c

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