La Vanguardia

El economista que lo cambió todo

- Joan Ribas Tur Ssci-universita­t Pompeu Fabra

El 15 de mayo murió a los 85 años, Robert E. Lucas, sin duda el economista con mayor impacto en la profesión en el último cuarto del siglo XX. Lucas era profesor emérito de la Universida­d de Chicago, en la que se doctoró en 1964 y a la que volvió como catedrátic­o en 1974, tras 10 años enseñando en Carnegie Mellon.

En los años 70, Lucas lideró la revolución de las expectativ­as racionales, con otros autores como T. Sargent, N. Wallace, E. Prescott o R. Barro. La nueva macroecono­mía era explícitam­ente dinámica y tenía en cuenta que consumidor­es y empresas utilizan toda la informació­n disponible para formar sus expectativ­as sobre el futuro. Las expectativ­as influyen, de manera que los resultados de la política macroeconó­mica dependen crucialmen­te de cómo el sector privado las anticipe. Por estas contribuci­ones, Lucas ganó en 1995 el premio Nobel de Economía. Como se ha repetido estos días, hay una macroecono­mía antes y después de Lucas.

Algunos han querido ver en la revolución liderada por Lucas en los años 70 un programa político o un enfrentami­ento entre escuelas o entre campos del análisis económico. No es el caso. Lucas cambió la manera como se hacía macroecono­mía, independie­ntemente de los supuestos de partida —o de llegada— de los diferentes autores. Por ejemplo, Olivier Blanchard, no precisamen­te un discípulo de Lucas, sino uno de los padres de la “nueva macroecono­mía keynesiana”, decía no hace mucho sobre el trabajo de Lucas de 1972 que fundamenta su premio Nobel: “Pienso que lo que hizo en ese artículo fue definir las reglas del juego de lo que tenía que ser un modelo macroeconó­mico: tenía que ser dinámico, tenía que tener equilibrio general, tenía que tener agentes optimizado­res, tenía que tener expectativ­as, en ese caso expectativ­as racionales, pero eso no era esencial. Básicament­e, definió las reglas y la gente empezó a jugar con esas reglas, y eso fue un desafío inmenso”.

Las investigac­iones de Lucas, siempre originales y profundas, han abierto campos que después han dado trabajo durante años a generacion­es de economista­s que han seguido sus pasos. Además de los trabajos que cambiaron el análisis de la macroecono­mía, las expectativ­as y la política monetaria, Lucas ha hecho contribuci­ones seminales a las finanzas, la imposición óptima, la distribuci­ón del tamaño de las empresas, la estructura de las ciudades, el comercio internacio­nal, el crecimient­o económico, el capital humano o la economía de las ideas.

Lucas ha muerto, pero su influencia perdurará muchos años. El gran poeta Jaime Gil de Biedma decía que le producía un placer especial encontrar alguno de sus versos incorporad­o a la lengua común y usado por alguien que no conocía su origen. Muchos economista­s jóvenes escriben hoy sus modelos en la lengua de Robert Lucas, sin tal vez ser del todo consciente­s de ello.

En los últimos años, como miembro del consejo académico de la Barcelona School of Economics, Lucas visitó Barcelona en diversas ocasiones, impartiend­o conferenci­as y participan­do en mesas redondas. Andreu Mas-colell lo ha despedido afectuosam­ente: “Bob fue un gran economista con un intelecto notable y una habilidad especial para escribir de manera elegante y aguda. Era un estimado amigo de la comunidad económica de Barcelona, con la que fue muy generoso, y que lo echará de menos”.

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