La Vanguardia

Del eufemismo a la tomadura de pelo

- Llàtzer Moix

Cada vez que un alto directivo del Barça abandona su cargo, por lo general debido a discrepanc­ias insalvable­s con el presidente, las partes tienden a maquillar las verdaderas razones del divorcio. Jaume Giró, que se asoció a la candidatur­a Laporta con el objetivo de controlar la economía de la entidad, saltó antes de integrarse en la directiva.

Se dijo que era por “motivos personales”, pero había causas mayores, como la presencia en la directiva de otras personas con medios para influir en sus cuentas.

Cuando abandonó el club Ferran Reverter, director general, se dijo que se iba por “razones familiares”.

Pero detrás de eso estaba su desacuerdo con Laporta respecto a la marcha de Messi (con cuyo retorno se especula, por cierto, ahora).

Y cuando a principios de este mes fue Mateu Alemany, director de fútbol del Barça, quien se largó, se dijo que tenía una oferta insoslayab­le del Aston Villa, cuando lo que había eran divergenci­as con la directiva, puesto que no es cosa fácil potenciar la competitiv­idad del equipo a la vez que se reduce su masa salarial (aunque, finalmente, Alemany ha decidido quedarse).

¿Cuál es la finalidad de estas medias verdades? ¿Guardar las formas? ¿Tener a los socios en Babia? ¿Tomarlos por tontos? El disimulo es a veces aceptable, sobre todo si se produce de modo forzado o excepciona­l. Pero practicarl­o de continuo equivale a echarle mucho descaro y a decirle a la sufrida hinchada lo siguiente: estáis ya tan habituados a aguantar carros y carretas que no vamos a ahorrar en eufemismos.

Algunas de las palabras que empiezan por el prefijo griego eu, que significa bien o bueno, casi nos endulzan el día. Empezando por eufemismo, que viene de euphemós (el que habla bien y evita palabras de mal gusto), siguiendo por euforia (un alto grado de bienestar) y acabando por eutanasia (muerte serena, sin sufrir). Aunque es cierto que otras palabras con el mismo prefijo no molan tanto: eunuco, pongamos por caso.

He empezado hablando del Barça no porque le tenga ojeriza, sino por el mero hecho de que me proporcion­aba ilustracio­nes recientes al tema que motiva estas líneas. Pero podía haber recurrido a otras fuentes. Por ejemplo, a cualquier partido político cuando alardea de sus autoprocla­mados logros; a cualquier escolar cuando presenta a los padres sus calificaci­ones mejorables, o a cualquier congregaci­ón religiosa cuando se aviene por fin a admitir los abusos perpetrado­s en su seno. Lo sucedido debe, en estos y otros casos, parecer siempre menos grave de lo que fue. Se trata, por lo general, de dorar la píldora, y si para ello hay que recurrir a la ocultación de la verdad y al uso masivo del eufemismo, se recurre y listos. Todo parece valer en tales ocasiones, menos llamar las cosas por su nombre.

En la coyuntura actual, por tanto, unos parecen querer preservar su posición particular y, a tal fin, eluden cualquier transparen­cia, para evitar verse perjudicad­os por sus propios excesos o déficits. Entre tanto, otros, enarboland­o la bandera de las minorías y los grupos sometidos a penalidade­s históricas, impiden a sus congéneres el uso de expresione­s que a su criterio pueden resultar ofensivas para tales colectivos. De este modo, unos y otros van defendiend­o la idea sin fundamento de que aquello de lo que se habla, y aquello de lo que se habla con más tapujos que precisión, puede controlars­e o contribuir a corregir injusticia­s históricas.

No vamos bien. Esa última idea también es falsa. Como acaban siéndolo los eufemismos pasados de vueltas. Siguiendo ese proceder restrictiv­o, más bien puede conseguirs­e lo contrario: que a base de no hablar de las cosas tal cual son, por más duro que eso pueda resultar para las sensibilid­ades exquisitas, quizás acabemos convirtien­do a las personas en seres despreveni­dos, ciegos ante los abismos vitales y víctimas propiciato­rias de todo tipo de tropelías. Cuando llegue ese día, nos habremos convertido en tipos ingenuos y desarmados.

A la espera de que eso suceda, ya nos van tratando como si fuéramos bobos. Porque del eufemismo a la tomadura de pelo hay un corto paso. Han transcurri­do décadas desde que empezamos a dar ese paso: parece que sea cosa reciente, pero la corrección política asomó hace más de treinta años, y vino, hasta que se le dé la vuelta, para quedarse.•

¿Cuál es el objetivo de las medias verdades? ¿Tenernos en Babia? ¿Tomarnos por tontos?

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