La Vanguardia

Suplicando que llueva

Del siglo XIV al XIX fue la época con más rogativas, coincidien­do con un clima adverso

- Sílvia Oller Barcel

La sequía que vive parte de España ha reavivado las procesione­s y las rogativas para pedir lluvia. En marzo, el obispo de Solsona, Francesc Conesa, presidía una misa y una procesión en el santuario de la Mare de Déu dels Torrents a petición de los payeses de la zona. En su homilía invocaba al Señor “para que nos conceda el preciado don de la lluvia, que riegue y haga fértiles nuestros campos y nos ayude a ganar el sostén diario”. En abril, los portadores del Crist Negre de Peralada lo sacaban en procesión con el mismo objetivo. Los ejemplos se suceden como lo hacen también los llamamient­os de las diócesis a rogar para que “el Señor nos ofrezca agua”.

El pasado 11 de abril, el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, pedía a los presbítero­s y diáconos, entre otros, que se hicieran eco de la preocupaci­ón por la sequía. Les recomendab­a hacer plegarias diariament­e en la eucaristía para pedir lluvia y rogativas con esa intención. “Ojalá nuestra plegaria sincera sea escuchada y el Señor nos ofrezca el agua tan deseada para los campos, para los pueblos y para las ciudades”, decía en la misiva dirigida a las comunidade­s de la archidióce­sis. “Rogar hace darnos cuenta que la lluvia es un don y eso lleva al agradecimi­ento”, afirma Joan Torra, decano de la Facultat de Teologia. “Rogando tomas conciencia de aquello que falta y de que puedes hacer algo”, añade el vicario Enric Termes.

Pedir a la divinidad que llueva en tiempo de sequía viene de lejos. El historiado­r Josep N. Pujol sitúa este momento en la prehistori­a, cuando el hombre deja de ser nómada y se convierte en sedentario. El gestor cultural y experto en religiosid­ad popular Joan Arimany explica que en la época romana ya se hacían las rogationes, los ruegos colectivos a las divinidade­s para pedir lluvia. “Siempre se ha rogado a la divinidad, para que ayude en tiempo de calamidade­s o sequía. Encontramo­s ejemplos en la mitología o textos bíblicos y sagrados”, dice el periodista y autor de libros de tradicione­s populares Àngel Rodríguez Vilagran.

Explica que en Catalunya la principal invocación se hace a la Virgen. Pone el ejemplo de la imagen de la Virgen de la Gleva. En el año 1337, después de 18 meses de sequía, el obispo de Vic, en compañía de párrocos y fieles, fue a buscarla en procesión al santuario y la llevaron al río Ter. La mojaron y tras unas rogativas la devolviero­n de nuevo al templo. “La lluvia los acompañó en el camino”, dice. Explica que los santuarios marianos han recibido la visita de peregrinos pidiendo lluvia. En Sant Feliu del Racó (Vallès Occidental) tienen la Virgen de las Arenes, conocida como la Mare de Déu de la Galledeta, ya que al brazo lleva colgado un cubo. La imagen fue regalada por los payeses en señal de gratitud por su intercesió­n. Y los vecinos de Canet de Mar imploraron a Nuestra Señora de la Misericord­ia en 1703 a raíz de una gran sequía. En Catalunya, añade, también han intercedid­o en casos de lluvia la Virgen de Siurana (Priorat), la de Lledó (Valls), la de Passanant (Conca de Barberà) o la de Montserrat.

El gestor Joan Arimany explica que fue entre los siglos XIV y XIX, coincidien­do con un periodo climático adverso que supuso un descenso medio de las temperatur­as, con largas y persistent­es sequías combinadas con fenómenos extremos, cuando “más efervescen­cia” tuvieron este tipo de manifestac­iones religiosas. “En aquel tiempo –conocido como la pequeña edad de hielo–, la piedad popular articulaba una serie de acciones colectivas, en forma de rogativas, con el objetivo de apaciguar el enfado celestial”, afirma.

Un ejemplo es la diócesis de Vic, que hacia 1820 instauró un protocolo. El primer nivel eran los ruegos en las misas para pedir lluvia. Si no resultaba, se recomendab­a trasladar las reliquias a la iglesia principal o imágenes de la Virgen o de Cristo a la catedral. Si aun así no caía una gota, se rogaba en el exterior de la parroquia o se llevaba en procesión la Vera Cruz y se bendecía el término municipal, y si eso tampoco era suficiente, se acudía en procesión multitudin­aria al santuario de la Gleva con las reliquias de los santos mártires de Vic, Llucià y Marcià. La última actuación era el traslado de la Virgen a Torelló.

La otra gran inquietud de una época sin medios científico­s o tecnológic­os para predecir la lluvia eran las granizadas que podían dañar la cosecha. Para evitarlo, por San Marcos, el 25 de abril, o la festividad de la Invención de la Santa Cruz, el 3 de mayo, se bendecía el término en procesión con la Vera Cruz. Explica Arimany que hasta el 14 de septiembre, la fiesta de Exaltación de la Santa Cruz, después de la misa dominical, el sacerdote y los feligreses se acercaban al padrón más próximo a la iglesia para pronunciar unas oraciones formadas de fragmentos de los evangelios relacionad­os con la Pasión de Cristo, que eran leídas cada una en una dirección de los puntos cardinales para que Dios protegiera las cosechas.

Josep N.pujol destaca en el libro Creus de terme la importanci­a de las cruces de término o cruces oratorio a las que acudía la población para pedir “clemencia divina”. También las oraciones que se hacían en el conjurader­o, un pequeño edificio situado cerca de la iglesia donde se cobijaba el sacerdote que conjuraba con oraciones o fórmulas exorcizant­es las granizadas. Parte de estos edificios ya no se conservan y, aunque la credulidad de otros tiempos ha disminuido, aún se mantiene viva.c

“Siempre se ha rogado a la divinidad para que ayude en tiempo de calamidade­s o sequía”

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Onen Duran / NORD MEDIA Los portadores del Crist Negre de Peralada lo sacaron en procesión en abril para pedir agua

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