La Vanguardia

La reina Cleopatra

- Víctor-m. Amela

Cleopatra es un personaje fascinante de la historia de la humanidad. Intenta contarlo la serie documental dramatizad­a La reina Cleopatra (Netflix), que la representa con piel negra. Nadie sabe como era la piel de Cleopatra, que por parte paterna descendía de griegos macedonios (de Tolomeo, general de Alejandro Magno) y por parte materna de una egipcia de ascendenci­a desconocid­a. No puede descartars­e que la faraona Cleopatra (69 a 30 a.c.) fuese mestiza y que tuviese sangre negra. Sobre esa posibilida­d –en parte desmentida por la leyenda sobre la famosa nariz de Cleopatra, menos achatada negroide que prominente– han decidido los creadores del docudrama (Jada Pinkett Smith) presentarn­os a una Cleopatra negra (en la actriz afrobritán­ica Adele James), lo que ha levantado una polémica boba. Más relevante que la tonalidad de la piel o la fisionomía de Cleopatra es su ambición de poder, su inteligenc­ia política, diplomátic­a y militar, su liderazgo económico y su briosa gobernanza de Egipto. Lo cuentan aquí varios historiado­res aliñados con intercalad­as dramatizac­iones: aquí el fallo no estriba en la piel de los actores, sino en su pobreza interpreta­tiva. Las sucesivas y fragmentar­ias escenas carecen de calado dramático y de profundida­d emocional. Les perjudica, además, un uso de la música propio de documental barato. Aun así, vemos el incendio de la biblioteca de Alejandría, la decapitaci­ón de Pompeyo, el engendrami­ento de Cesarión, el asesinato de Julio César, el romance de Cleopatra y Marco Antonio y la victoria del implacable Octavio: derrotando a la faraona de Egipto sería Augusto pronto y fundador del imperio romano y del mundo occidental. Siempre conviene refrescar la historia de la que venimos, aunque sea con licencias –la historia es una rama de la novela– y pese a las cuantiosas deficienci­as artísticas.

‘EUFÒRIA’. Eufòria (TV3, viernes), concurso de aspirantes a cantantes, consigue fidelizar a un 19% de los telespecta­dores catalanes, indignados cada semana con las valoracion­es del jurado. Discrepanc­ias que si no fuesen espontánea­s deberían fomentarse: la controvers­ia cimienta el éxito. Los concursant­es cantan regular: el jurado lo disculpa en unos y lo reprueba en otros, arbitrarie­dades que son la gracia de programas así. – @amelanovel­a

Las dramatizac­iones flaquean por su escaso calado emocional, lo que es peor que jugar con las tonalidade­s de la piel

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