La nueva alfombra roja barcelonesa
En junio se visibilizarán las razones de Barcelona para sobresalir en arte digital y en el debate ético sobre la IA. Al Sónar+d y a Digital Impact se suma el RAIN Film Fest, fruto de la ciudad-laboratorio. ¿Cómo se articulará este sector?
En la era en que la interconexión infinita ha diluido las fronteras territoriales, el concepto de capital está en vertiginosa evolución. Así, las capitalidades, en cualquier ámbito, pertenecerían más a quien se las trabaja –una máxima cervantina que no ha perdido vigencia– que a quien las ejerce por derecho adquirido en el origen de los tiempos.
En un momento en que está cerca de dilucidarse si Barcelona renovará o no su cocapitalidad cultural y científica –para ello tienen que darse determinados resultados en las elecciones municipales y en las generales– la ciudad aspira también al reconocimiento en algunos ámbitos en los que sobresale. Por ejemplo, se juega la valoración como una de las capitales del arte digital. O, por decirlo de una manera menos reduccionista, como una de las ciudades donde la confluencia entre la ciencia y las artes está generando una conversación más sugerente.
Será positivo seguir debatiendo cómo debe concretarse esta apuesta, pero tal vez resulte más práctico asumir que hay un camino ya trazado por el que transitar. Con una hoja de ruta que tiene como referencia principal el Sónar+d, una ramificación del festival musical que cumple ahora treinta años. Edición tras edición, el Sónar+d ha ido logrando no solo la complicidad de otros agentes culturales, sino también infiltrarse en el ecosistema científico y tecnológico de la ciudad, brindando tribuna y audiencia a especialistas que de otra manera seguirían circunscritos al limitado ámbito de sus facultades.
En su edición de este año, en junio, el Sónar+d entrará de lleno en el debate sobre la eclosión de la inteligencia artificial (IA) en las artes –un terreno que ya lleva años explorando–, pero también abordará sus implicaciones éticas. Así, desde la cultura, se incide en un reto, hacer de Barcelona una ciudad de referencia en humanismo tecnológico, que no se ha llegado a jugar a fondo desde el ámbito político.
La nueva edición del Sónar coincide con la exposición Digital Impact sobre arte tecnológico, dirigida por Pep Salazar y que es un anticipo de la nueva filosofía de los responsables del DHUB y del Museu del Disseny, Mireia Escobar y José Luis de Vicente. Sónar y el renovado DHUB son vasos comunicantes. Son dos polos (Montjuïc y Glòries) de una misma propuesta creativa. El ejemplo es que un colectivo en auge como son los Domestic Data Streamers participa tanto en el Sónar+d 2023 como en Digital Impact (además de tener una obra en la exposición del CCCB sobre Sade).
En el mismo junio –y también en Glòries– se suma a estas propuestas la Universitat Pompeu Fabra con el +RAIN Film Fest, el primer festival europeo de películas generadas con IA. Impulsado por la UPF, lo dirige Jordi Balló y se integra también en el programa del Sónar+d.
Este festival se ajusta al patrón de Barcelona como ciudad-laboratorio. Todo está por ver. No está claro cuál será su continuidad, ni si la tendrá. El esquema es deliberadamente flexible para adaptarse a las demandas de los creadores y del público. ¿Qué público? ¿Con qué actitud? ¿Quién desfilará por la alfombra roja (la habrá)? A saber.
Una prueba de la necesidad de adaptarse a un contexto que cambia con un frenesí casi cuántico son las propias películas. Hace solo siete meses, en el festival homólogo de Nueva York, el Runway AI Film
El principal problema es la desconexión entre los actores de esta escena emergente
Festival, los filmes apenas sobrepasaban el minuto, mientras que en Barcelona podrá verse alguno de hasta 20 minutos.
Pese a que existe un talento contrastado y multidisciplinar, la apuesta barcelonesa por el arte tecnológico está aún poco articulada. Como sostiene un promotor cultural con larga trayectoria, no puede hablarse aún de un ecosistema de arte y ciencia, porque los propios actores de esta escena apenas se conocen entre sí. Tal vez, en algún momento, las administraciones deberían implicarse de verdad para propiciar su despegue. Así, con apoyo público, es como se consolidó Ars Electronica de Linz, uno de los grandes referentes globales en este ámbito.