La Vanguardia

La locura pintada desde dentro

Javier Martín estrena el documental ‘Leonora Carrington y el juego surrealist­a’

- Leonor Mayor Ortega Barce na

Hace muchos años, el periodista Javier Martín leyó Memorias de abajo, la crónica de Leonora Carrington sobre su estancia en un sanatorio mental de Santander a principios de los años cuarenta. “Esa lectura supuso un viaje hacia lo más hondo de un pozo donde cae una persona loca. Es a la vez intrigante, apasionant­e y doloroso. El libro me marcó mucho y me ha acompañado siempre”, recuerda Martín.

Tanto le impactó que decidió conocer en persona a Carrington, la pintora inscrita en el surrealism­o que tuvo cierto prestigio en los años sesenta y setenta, pero que a principios de siglo ya había caído en el olvido. No fue fácil, pero en el 2008 Martín dio con Leonora en México, donde la artista se había instalado a finales de los cuarenta. Logró hablar con ella y se fue a verla cámara en mano para entrevista­rla.

Carrington, que tenía entonces 89 años, conservaba un agudo ingenio y los recuerdos de su vida de película. El resultado de la conversaci­ón entre el periodista y la pintora fue el documental Leonora Carrington y el juego surrealist­a, un filme imprescind­ible para los amantes del arte que, sin embargo, quedó guardado en un cajón como la obra de la artista.

Pero de repente los cuadros de Carrington se convirtier­on en piezas codiciadas por los coleccioni­stas. “Su feminismo y animalismo y la credibilid­ad de las mujeres como artista la han encumbrado en los últimos años”. Leonora ya no es una desconocid­a. La Bienal de Venecia le dedicó el año pasado un homenaje, la Fundación Mapfre ha expuesto su obra en Madrid este invierno, su pieza más barata se vende por 2,5 millones de euros y Martín ha sacado su documental del cajón y lo ha estrenado en salas de cine.

Es una oportunida­d para conocer la vida de “una pintora que ya nació surrealist­a”. “Su madre y su

No fue fácil, pero Javier Martín logró encontrar a Leonora Carrington en México en el 2008 y entrevista­rla

niñera eran irlandesas y le inculcaron los cuentos y las leyendas de su país, con lo que Leonora desarrolló el imaginario de duendes y magia que se proyecta en su obra y que emparenta con la del Bosco por la pluralidad de los personajes y los paisajes”.

Carrington era una “niña rebelde a la que expulsaron de varios colegios, así que a los 20 años se marchó de casa y se fue a París, donde no tardó en integrarse en el grupo de pintores surrealist­as”. André Breton la arropó y ella empezó a pintar a la manera de los surrealist­as “que tienen una verdad interior tan potente que no se puede esconder, y eso es tan profundo que solo se manifiesta en su arte”.

La pintora enseguida entabló una relación amorosa con Max Ernst, otro de los miembros del grupo. La pareja se instaló en el campo, pero cuando los nazis entraron en Francia detuvieron a Ernst, y Leonora huyó a España. “Ella debía sufrir un episodio de desequilib­rio que se acentuó cuando sufrió una violación en el Retiro y su padre consiguió que la ingresaran en la clínica de Santander del doctor Morales. Nunca le perdonó”.

Logró escapar y huyó de Europa casándose con un diplomátic­o mexicano. Después se separó y contrajo matrimonio con Emérico Weisz. En México su pintura se enriqueció con la energía de la cábala, el tarot y la cultura maya, que “son la gramática que Carrington usa para expiar su mundo interior tan complejo. Leonora es la pintora de la magia, el suyo es el arte de la locura vista desde dentro”.c

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Dar Leonora Carrington

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