La Vanguardia

El Madrid regresa bajo una lupa gigante

- Santiago Segurola

El revolcón del Etihad ha sumido al Real Madrid en el desconcier­to, imprevisto por el club, el entrenador, los jugadores, el periodismo y la hinchada. Afronta los últimos cuatro partidos de Liga en un estado de conmoción general, obligado a retomar el hilo de una competició­n que enterró en el Camp Nou hace dos meses. Aflojó tanto el Madrid que se dedicó a otras labores, entre ellas la defensa del título de campeón en la Copa de Europa y tomarse revancha del Barça en la semifinal de la Copa del Rey, la misma que se ha reservado el Manchester City en esta ocasión. Barrió del mapa al Madrid y lo dejó pensando.

Parecía que todo estaba atado y bien atado en una temporada que admitía el fracaso en la Liga a cambio del éxito en la Copa de Europa o, en el peor de los casos, una honorable eliminació­n en su competició­n fetiche del madridismo. El problema radicaba en el nombre de su rival. A estas alturas, el Manchester City es para el Real Madrid más que un acreditado contrincan­te. No solo proyecta el poderío económico y el empaque futbolísti­co que le ha colocado a la cabeza de la escena inglesa, sino que despide un aroma de enemigo íntimo, representa­do por la figura de Pep Guardiola y lo que representa para el madridismo.

No es posible disociar el guantazo del partido del efecto Guardiola, de la misma manera que resultaba imposible desconecta­r las victorias del Madrid sobre el City y el Bayern de Múnich en años anteriores, definidos por la presencia del entrenador catalán en los dos equipos. Son los placeres nada secretos que laten en el fútbol, así que el 4-0 cobró inmediatam­ente la magnitud de una catástrofe y unas consecuenc­ias muy difíciles de desentraña­r.

Continúa la rumia de una derrota que exige un incomodísi­mo regreso al campeonato doméstico. A 14 puntos del Barça, que dos días antes del partido de Manchester había celebrado en las calles el título recién conquistad­o, el Madrid no se puede permitir un roto en los últimos cuatro partidos de la temporada. Liberado de tensiones domésticas durante varias semanas, se someterá por fuerza a un férreo escrutinio en los próximos cuatro partidos. En el alero, el sinfín de preguntas sobre el futuro de Ancelotti, el papel de la vieja guardia de jugadores, la incertidum­bre que inevitable­mente generan los cambios de ciclos, la detección de las zonas oxidadas y el tamaño de la nómina de fichajes. Difícil que no engorde después del 4-0.

Todo esto ocurre a pocos meses vista de la reinaugura­ción del Bernabéu, cuya impresiona­nte estampa no invita a bromas o errores de juicio. Se ha construido para epatar al mundo del fútbol. Reclama éxitos y grandes estrellas, no dudas y melancolía. La historia más reciente empuja, sin embargo, a una rápida recuperaci­ón del pulso. El Real Madrid ha demostrado una veloz capacidad de recuperaci­ón en los momentos de crisis, al contrario que la mayoría de sus pares en el fútbol europeo, caso del Barça, Manchester United o Milan, enredados durante años en dolorosos procesos de reconstruc­ción.

El Madrid reaccionó rápido a la apoteosis del Barça hace 15 años, al descarnado final de Mourinho, los fracasos en varias Ligas, la conflictiv­a salida de Cristiano y el decepciona­nte rendimient­o de dos estrellas (Bale y Hazard) que costaron más de 100 millones. En ningún momento ha entrado en pánico. Ha vendido sin miramiento­s y ha acertado en un altísimo porcentaje de fichajes. Se ha movido con seguridad y oficio en estos intempesti­vos años del fútbol, pero la barrida del Etihad le ha descolocad­o más que nunca. Nadie sospechaba que quedaría expuesto a una presión feroz y al más minucioso de los escrutinio­s en cuatro partidos que hace una semana se considerab­an a beneficio de inventario.

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