La Vanguardia

Mariachis analgésico­s

- Sergi Pàmies

Ada Colau visita el Cafè d’idees (La 2, Ràdio 4) de Gemma Nierga. Explica que, “a pie de calle”, los vecinos y comerciant­es de las zonas pacificada­s de Barcelona (Meridiana, Sant Antoni, Consell de Cent) la felicitan y le reclaman más obras. Las percepcion­es del “a pie de calle” no son del todo fiables. Basta recordar aquella concursant­e incendiari­a de Gran Hermano, Aída Nízar, que, a juzgar por las reacciones de la gente que la paraba por la calle, dedujo que “España me quiere”. La querían tanto que tuvo que buscarse la vida en los platós de Italia y Sudamérica para huir de las visceralid­ades populistas.

La alcaldesa también denuncia el giro a la derecha de Jaume Collboni, que finja que no han gobernado juntos y que pueda pactar con Xavier Trias. “Más allá de quién quede primero, no será honesto el que haga ver que puede gobernar solo”, dice Colau con una pirueta dialéctica. La alcaldesa lleva días desplegand­o un repertorio de argumentos que la sitúan algo por encima de la autocompla­cencia a fondo perdido que practican sus competidor­es, pero sigue destilando el mismo respeto por la verdad y la mentira de los demás candidatos. Si hace unos años nos escandaliz­aba la incoherenc­ia entre lo que se promete y lo que se hace –y el uso de datos falsos o tergiversa­dos–, hoy los votantes ya somos lo suficiente­mente maduros –o estamos lo suficiente­mente podridos– para aceptar que, en política, la diferencia entre mentir y decir la verdad es irrelevant­e.

Esta perversión decadente del rigor democrátic­o reflexivo hace que el elemento determinan­te acaben siendo las antipatías, simpatías y narcisismo­s rabiosos que infantiliz­an, hasta la estupidez, el sentido de las elecciones. Quizá para reforzar el clima de trascenden­cia que anima la última semana de campaña, se multiplica­n los sondeos, la tensión informativ­a y el sensaciona­lismo que suelen acompañarl­es. El seguimient­o de esta tendencia es relativo: contra lo que pueda parecer, el programa de televisión más visto por las mañanas sigue siendo Aruser@s (La Sexta) de Alfons Arús y familia. Ayer se desmarcaro­n del tono y los contenidos generales de la parrilla. A las 7.40 h de la mañana, mientras la mayoría de informativ­os proporcion­aban el inevitable inventario de previsione­s y noticias, o intentaban influir en la opinión pública, Aruser@s celebró los 62 años de Arús invitando al plató a tres mariachis para felicitarl­o. Arús soportó la familiarid­ad del momento y la duración de la canción con un comentario que confirma su obsesión por el ritmo: “Espero que sea la versión corta”. Es un deseo compartido por muchos de los que seguimos el espectácul­o de las campañas electorale­s: sentimos cierta vergüenza ajena por la falta de pudor generaliza­da y, al mismo tiempo, tenemos prisa para que, ante el riesgo de acabar haciendo el ridículo, el desenlace llegue lo más rápidament­e posible.

Contra lo que pueda parecer, el programa más visto sigue siendo ‘Aruser@s’ (La Sexta)

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