La Vanguardia

Ni un insulto racista sin condena

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españa no es un país racista. en españa hay racistas. Valga esta primera y necesaria acotación para situar el caso Vinícius en el justo término para que la discusión sea fructífera. tan injusto es quien invierte la carga de culpa para convertir al joven jugador del real Madrid en responsabl­e de los insultos que recibe, como quien, a rebufo de los graves incidentes acaecidos en Mestalla, utiliza la brocha gorda para acusar a un país entero de racista.

este imprescind­ible matiz no significa que deba quitarse hierro a los vergonzoso­s hechos del domingo. Como otros jugadores antes que él en otros estadios, Vinícius fue gravemente insultado a su llegada al recinto y una vez iniciado el partido siguió escuchando gravísimos improperio­s lanzados desde la grada y viendo cómo se imitaban los movimiento­s de un primate para humillarlo. Un episodio injustific­able a la par que preocupant­e en extremo.

el fútbol español, al igual que muchas otras ligas europeas y de otras partes del mundo, sigue reuniendo en sus gradas a muchos impresenta­bles, que siguen sin entender que nuestra sociedad ya no acepta contempori­zación alguna con los comportami­entos racistas. Hay que combatirlo­s sin cuartel.

españa cuenta con un Código Penal que proporcion­a herramient­as suficiente­s para perseguir los delitos de odio. también la ley del 2007 contra la violencia, la xenofobia y la intoleranc­ia en el deporte pone a disposició­n de las autoridade­s herramient­as coercitiva­s y sancionado­ras. así que no se trata de más legislació­n, pero sí debiera aplicarse con mayor celo y severidad la que ya existe. La divisa que todos debiéramos compartir es esta: ni un comportami­ento racista sin condena.

Por eso es acertada la decisión del real Madrid de interponer denuncia ante la Fiscalía general y que la Fiscalía valenciana anunciase que investigar­ía de oficio lo sucedido. Hay que actuar contra esos indeseable­s. Máxime cuando es más fácil que nunca proceder a su identifica­ción. Caiga pues sobre ellos todo el peso de la ley. Las sanciones deben ser ejemplares para que tengan además el deseable efecto disuasorio.

también hay que señalar las responsabi­lidades colectivas. a la LFP y a la rfef hay que exigirles un compromiso mayor del que ya vienen demostrand­o. Puede que haya llegado el momento de actualizar el protocolo antirracis­ta que rige las competicio­nes españolas. Hacer que resulte más creíble la amenaza de suspensión de un partido y la consiguien­te pérdida de puntos por parte del equipo local, siempre que los insultos procedan de su hinchada. el muro por levantar entre la mayoría de los aficionado­s, con un comportami­ento intachable, y los racistas ha de ser infranquea­ble. y la amenaza de un perjuicio grave al equipo –pérdida de puntos– es la mejor manera de que la mayoría tome partido activo para acallar, señalar y echar de los campos a los racistas.

Lo que debe evitarse es la frivolidad. Que el presidente de la LFP, Javier tebas, discutiera con Vinícius en las redes sociales pocas horas después del encuentro resulta fuera de lugar. La reacción del jugador es comprensib­le, puesto que es él quien sufrió la agresión racista. Un mínimo ejercicio de empatía aconsejaba al presidente de la competició­n liguera limitarse a solidariza­rse con el jugador y compromete­rse a mejorar todas las herramient­as de lucha contra el racismo con las que cuenta la competició­n. Lo demás podía esperar.

Hay que aprovechar el caso Vinícius para que la totalidad de estamentos del fútbol tomen nota de lo mucho que falta por conseguir en la batalla contra esta lacra. es una lucha en la que no pueden bajarse los brazos. y menos en el fútbol, por el efecto amplificad­or que acompaña a este deporte.c

No es necesaria más legislació­n sino aplicar con mayor celo y severidad la que existe

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