‘Els ossos de Montaigne’, la pausa para poder salir adelante
Glòria Balañà dirige un montaje híbrido en la Brossa
La pandemia fue un parón obligado en la vida de todo el mundo, pero antes la directora teatral Glòria Balañà ya tuvo que hacer otro, individual, por una enfermedad. Eso la llevó a pensar sobre la pausa, sobre el momento en el que todo se interrumpe y que todo recomienza desde otro punto, y de ahí surgieron dos montajes: el monólogo Tot el que passarà a partir d’ara, que fue un éxito en el Teatre Lliure en abril, y Els ossos de Montaigne, que se estrena el miércoles en la Fundació Brossa - Centre de les Arts Lliures.
Partiendo de la misma premisa, Balañà ha llegado a dos piezas de factura muy distinta. En la primera, contó con la dramaturgia de Joan Yago, y ahora es Sadurní Vergés quien firma esta producción que se estrenó en el Grec. La Vanguardia asiste a uno de los ensayos.
“Los restos de Montaigne se encontraron en el 2019 en un sótano de Burdeos, y eso es lo que hace que introduzca esta idea de pausa –explica Balañà–. Todo se detiene y, al principio de la obra, el público entra por el antiguo edificio de la Seca, que casualmente también es del siglo XVI, donde unas arqueólogas excavan los restos de Montaigne. Una de las actrices descuelga un cuadro, El ángelus de Millet, que también tiene ese sentido de pausa, de detenerse a rezar, y se desplazan del siglo XXI al siglo XVI, a la sala de teatro propiamente dicha, donde continúa el montaje dentro de un castillo, porque Montaigne se confinó durante diez años en el suyo para escribir sus Ensayos”.
Balañà cuenta que las campanas del ángelus son las que acompañan este tránsito de siglos y que, entonces, el público se sienta en las butacas y se pone unos auriculares para oír los textos filosóficos y poéticos que han escogido para ilustrar esta pausa. “Son textos de Pascal, Platón, Žižek, Sontag, Cage..., que nos hacen viajar en el tiempo”.
Para el montaje, Balañà cuenta con dos bailarinas y una actriz: son la compañía Unaiuna, formada por Laura Lliteras y Marina Fullana, y Daniela Brown. “El proyecto de explorar la pausa, el silencio, la ruptura, individual o universal, empezó con la idea de llevar textos filosóficos a escena, y lo empecé a hacer con Anna Maria Ricart, que no pudo continuar. Seguí sola y finalmente se añadió el dramaturgo Sadurní Vergés”.
“Un artículo de Franco Bifo Berardi me hizo entender que eso podía ser muy teatral –continúa Balañà–. E incorporamos el ajedrez, que también simboliza la pausa para pensar, que remite a la muerte y que era el juego de la corte y los intelectuales. Hay un cuadro precioso de la época, La partida de ajedrez, de la pintora italiana Sofonisba Anguissola, en el que dos mujeres juegan a ajedrez y una hermana y una sirvienta observan el juego, y me ha servido de puerta de entrada para explorar la acción”.
Balañà también ha contado con la voz, entre otros, de Alex Brendemühl para los textos que oye el público y que se dicen en varias lenguas. “Reconozco que es un espectáculo exigente para el espectador, pero es una propuesta que entra por los sentidos. El objetivo es que el público pueda hacer un viaje sensorial y se lleve reflexiones bonitas relacionadas con la muerte, el amor, la enfermedad, el valor del silencio...”, concluye.c
“Es un viaje sensorial con reflexiones sobre la muerte, el amor, la enfermedad, el silencio”, dice a la directora