La Vanguardia

¿Y si llaman mono a mi hijo?

- Sergio Heredia

El domingo, entrada la noche, Rio Ferdinand tuiteó: “Hermano, necesitamo­s protección. ¿Quién está protegiend­o a Vinícius en España?”.

Tuve un acto reflejo: retuiteé el tuit. Lo hice en caliente, que es como no deben hacerse las cosas, pero en ese instante me identifica­ba con la indignació­n de Rio Ferdinand.

Un amigo cazó mi retuit, y por eso me mandó un audio.

Mi amigo es negro, como Ferdinand, como Vinícius o como yo mismo, y en su infancia había sido designado mejor futbolista infantil del mundo, y en el audio me decía: “Hay racistas en nuestra sociedad, no seamos tan ingenuos como para decir que no los hay. El asunto es que Vinícius no está colaborand­o mucho con la lucha antirracis­ta (...) Fíjese en que hay muchos jugadores negros en el Madrid y solo le insultan a él”.

Saqué bolígrafo y libreta y apunté: Militão, Alaba, Mendy, Camavinga, Rodrygo, Tchouaméni, Mariano, Rüdiger y el mismo Vinicius.

Luego me pregunté: “De entre todos ellos, ¿a quién insulta el público rival?”.

A Vinícius.

Cierto: solo a Vinícius. Pues Vinícius es el futbolista que se muestra afectado y exhibe sus debilidade­s y se mide a los molinos de viento. Y también, el único que se revuelve, se indigna, señala y le responde burlón al público. Le reta.

Dicho lo cual, ¿la variable Vinícius justifica los insultos?

Los niños absorben aquello que ven, y carecen de filtros. El fútbol forma parte de su imaginario, de su educación. Los niños contemplan y escuchan aquello que ocurre en los estadios, y de ahí aprenden lo bueno y lo malo.

Entre lo malo, está el insulto a un futbolista negro, que le llamen “mono” por su color de piel. Es malo e intolerabl­e (por mucho que el insulto sea una parte de la liturgia del fútbol): el efecto contagio invitará a muchos escolares a llamar “mono” a algún compañero de pupitre. No debemos sobrepasar esa barrera, se ponga Vinícius como se ponga.

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