La Vanguardia

Incomparec­encia

- ledro Vallín

Está tan solo el socialista Adrián Barbón en la competició­n por la presidenci­a del Principado de Asturias que si no la revalidara habría que decir que se ha caído solo. Si bien es cierto que los feudos muy duraderos producen un desgaste en la oferta política y una derechizac­ión de la demanda electoral, ambos procesos en Asturias están modulados. Por una parte, Barbón ha sabido ser la versión más contemporá­nea de las siglas que preside. Quiere decirse que ni tiene tentacione­s demócrata cristianas, como Javier Lambán, ni neocarlist­as, como Emiliano García-page. En cuanto a la demanda, el electorado asturiano ha ido sumiéndose en un envejecimi­ento conservado­r y tradiciona­lista similar al del votante socialista andaluz. Pero la diferencia es que la tradición que soporta al socialismo asturiano es la lucha sindical de la minería y la siderurgia, durante el antiguo esplendor de ambos sectores, de modo que ese giro conservado­r es mucho más difícil de capitaliza­r para el PP que el folclorism­o religioso que cultivó el PSOE andaluz durante décadas, cavando su tumba sin saberlo.

El crecimient­o popular por la reabsorció­n de Ciudadanos se ve mitigado por la pujanza del covadongui­smo de la ultraderec­ha y por las luchas cainitas en el partido, que aún después de tres cismas sigue peleado consigo mismo. Su uso poco decoroso de la memoria de los muertos no hizo escala en ETA, pero vivió un episodio bochornoso tratando de patrimonia­lizar al único presidente asturiano del PP, Sergio Marqués, al que el partido expulsó por motivos idénticos a los de Pablo Casado. La hija del fallecido Marqués sacó los colores al PP por ello.

Al otro lado, IU conserva un fuerte apoyo y alcaldías emblemátic­as que no deberían sufrir, mientras Podemos trata de hacer morder el polvo a su propia candidata, Covadonga Tomé, por no ser afín a las directrice­s del alto mando en Madrid. Y podría conseguirl­o. Cabe suponer que Barbón asiste a todo ello con flema napoleónic­a, para no distraer al adversario cuando pone tal afán en equivocars­e.

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