La Vanguardia

El derroche

- Mariano Guindal

No se trata de volver a hablar del “derroche socialista” como hacía la derecha con el gobierno de Rodríguez Zapatero. Entonces el símbolo eran los aeropuerto­s sin aviones y las urbanizaci­ones fantasma. Ahora el símbolo del derroche socialista es el bono yayo con el que los jubilados pueden ir al cine los martes por dos euros.

Esto que no es más que una anécdota o material para tertulias o chascarril­los no deja de tener su importanci­a. Al tratarse de una estrategia electoral diseñada por Moncloa para recuperar la iniciativa política se puede acabar convirtien­do en un mensaje perverso.

Pedro Sánchez todas las semanas anuncia un nuevo gasto público sin explicar de dónde va a salir el dinero. La retahíla es tan exagerada que probableme­nte no esté dando los resultados que se perseguían, sino que incluso está siendo contraprod­ucente.

Si se anuncian 38,5 millones para afrontar los problemas de salud mental, la gente se pregunta si era tan necesario por qué no se ha hecho antes y lo mismo sucede con los 580 millones para reforzar la atención primaria o los miles de viviendas que se van a construir gracias al suelo del banco malo.

Este relato responde más a un discurso de investidur­a cuando comienza una legislatur­a y se vislumbran cuatro años para ejecutar las promesas, que a una campaña electoral a cinco meses vista del final de una legislatur­a.

La táctica de crear un “escuadrón de gastadores” dedicados a pensar en que se puede gastar el dinero público deprisa y corriendo se debe fundamenta­lmente a que al electorado le gusta escuchar estas cosas.

Es como el famoso diálogo de la película Johnny Guitar (1954), cuando el chico dice: “Miénteme. Dime que me quieres”. Igual que en la película, todo el mundo sabe que lo que nos dice no es cierto, pero nos gusta escucharlo. Al fin y al cabo, todo acabará el próximo 28 de mayo cuando se celebren las elecciones.

El problema está en que al día siguiente comienza una nueva campaña electoral. Y esta sí que es larguísima, seis meses por delante. La pregunta es si “el escuadrón de gastadores” seguirá funcionand­o y estrujándo­se los sesos en nuevas promesas.

Pero eso no es lo peor. Lo realmente malo es que el ejemplo de Sánchez cunda y el resto de administra­ciones públicas crean que la mejor forma de ganar unos comicios es gastar como si no hubiera un mañana.

Tal vez sea esto lo que explique una deuda pública de 1,3 billones de euros. España es uno de los países del mundo con mayor deuda con el exterior y menos capacidad de ahorro.

Nadie nos ha explicado que nada es gratis y que todo gasto va acompañado de un aumento de impuestos, o en su defecto de un aumento de deuda que tendrán que pagar las futuras generacion­es.

Como decía mi abuelo Ignacio, “la deuda que tenéis con vuestros padres, la tenéis que pagar a futuro, tienen que ser vuestros hijos quienes la cobren”. Se ha roto el pacto de solidarida­d intergener­acional.

España es uno de los países con mayor deuda con el exterior y menos ahorro

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