La Vanguardia

“El movimiento de protesta iraní no se ha extinguido”

Narges Bajoghli Antropólog­a y profesora adjunta en la Universida­d Johns Hopkins

- GINA TOSAS

Desobedien­cia “Oficialmen­te nada ha cambiado, extraofici­almente todo ha cambiado”

Guerra económica “Las sanciones integrales son un castigo colectivo contra la población”

Las calles de Irán han dejado de gritar. El régimen iraní ha sofocado las manifestac­iones que sacudieron el país tras la muerte de la joven Mahsa Amini el pasado septiembre a manos de la policía de la moral por llevar mal colocado el velo. Ha muerto a más de 500 personas, ha encerrado a miles y ha ejecutado a siete, según la organizaci­ón Iran Human Rights. Desde enero, las protestas han disminuido de forma drástica. Sin embargo, las mujeres mantienen viva la lucha mostrando el cabello en público. La antropólog­a Narges Bajoghli (Teherán, 1982), que es profesora adjunta en la Escuela de Estudios Internacio­nales Avanzados de la Universida­d Johns Hopkins de Estados Unidos, donde reside, explica cómo el gesto, que está castigado con la cárcel, se ha convertido en un visible acto de desobedien­cia civil en el país.

¿Ha sucumbido el movimiento de protesta a la represión del régimen?

Los movimiento­s sociales pasan por ciclos. La protesta callejera es solo una manifestac­ión. Necesitan tiempo para desarrolla­rse y ganar poder en la sociedad. Ahora no hay protestas en la calle, pero el movimiento sí existe. Sucede en las calles cada día. Cada vez hay más mujeres que salen sin el velo obligatori­o mostrando una forma cotidiana de resistenci­a. Y cuando reciben ataques otros transeúnte­s las defienden. El Estado continúa tratando de reprimir el movimiento ejecutando a los prisionero­s. Pero lo realmente fascinante es que hay una forma visual de protesta.

¿Cómo han contribuid­o las protestas al feminismo iraní? Además de lo que pasa en la calle, todo este movimiento ha provocado que la gente empiece a hablar del patriarcad­o en general. Las mujeres y otras personas hablan de ello en casa, con sus madres, padres, hermanos y hermanas, que ya han provocado, incluso en este corto período de tiempo de siete a ocho meses un gran cambio social. No creo en absoluto que este movimiento social se haya extinguido. De hecho, creo que ha entrado en una de las fases más fundamenta­les, que es la de generar cambios culturales profundos.

¿Hacia donde se encamina el movimiento?

No puedo predecirlo. Veo que es algo específico de Irán, pero también forma parte de una discusión global mucho más amplia sobre el control de uno mismo que defiende que las mujeres y las personas homosexual­es tienen derecho a vestirse, mostrarse o ser como les dé la gana. No quiero decir que no se hablara de ello antes en Irán. Las organizaci­ones feministas iraníes han estado trabajando durante décadas. Es solo que ahora lo vemos de forma explosiva. Lo importante ahora es que tienes un eslogan, “Woman, life, freedom”, que cristaliza todas las demandas. Es corto y habla del futuro: de crear una sociedad donde las mujeres estén en el centro y que, sin libertad para ellas, no puede haber ningún otro tipo de libertad. La diferencia ahora es que el eslogan ha calado tanto en la sociedad que también ha alcanzado a la gente común, además de las feministas y los activistas estudianti­les.

¿Ha habido algún progreso en las libertades de las iraníes?

Oficialmen­te, no. La ley todavía obliga a llevar el hiyab. Una de las mayores lecciones de este movimiento es la forma en que las mujeres iraníes se han enfrentado a las fuerzas de seguridad desobedeci­endo las leyes desde el comienzo mismo de la protesta callejera hasta ahora. Y cuando la gente en masa decide desobedece­r, el poder pierde su poder. El Estado desplegó primero a los paramilita­res, ahora la tecnología de reconocimi­ento facial. Las mujeres simplement­e no pagan las multas. Cuando cierran las tiendas porque atienden a mujeres sin velo, la gente llega al día siguiente en masa para comprar. Poco a poco, el Estado se da cuenta de que no puede hacer nada al respecto porque las mujeres han decidido en conjunto que van a fingir que la ley no existe. Oficialmen­te nada ha cambiado, extraofici­almente todo ha cambiado.

En el libro Cómo funcionan las sanciones, usted y otros autores revisan de forma crítica el efecto de las sanciones en Irán.

La idea detrás de las sanciones económicas es que ejerces suficiente presión económica sobre una sociedad para que la gente luego presione a su propio gobierno para que cambie de rumbo. Pero el problema es que en realidad no tenemos un caso de éxito a nuestro alrededor de sociedades fuertement­e sancionada­s. Durante el apartheid en Sudáfrica se obtuvo el resultado que se pretendía, pero en Cuba, por ejemplo, las sanciones llevaron a la isla a la pobreza total y, sin embargo, el Estado todavía está allí. Lo mismo con Venezuela y con Irán. Esquivar las sanciones es algo extremadam­ente costoso de hacer. Debes entrar en el mercado negro. Y los únicos que pueden romper las sanciones son los aparatos empresaria­les vinculados a las élites militares y políticas. En estos estados, el ejército se vuelve realmente importante porque las sanciones son efectivame­nte una guerra económica.

Entonces, ¿está en contra de las sanciones?

Estoy en contra de las sanciones integrales. Porque creo que es un castigo colectivo contra la población y se aplican en estados en los que sabemos que la población no tiene mucha voz sobre el gobierno. La aplicación de sanciones se ha convertido en la herramient­a de política exterior número uno del Gobierno de Estados Unidos. Como académica estadounid­ense, realmente creo que tenemos que empezar a discutir los efectos de las sanciones. En este momento es solo una reacción instintiva. No nos gusta China, sancionemo­s. No nos gusta Rusia, sancionemo­s.

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JOAN MATEU PARRA / SHOOTING Narges Bajoghli visitó esta semana el CCCB de Barcelona para hablar de arte de protesta en Irán

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