La Vanguardia

Los pantalones pata de elefante

- Joan-pere Viladecans

Emulando a Robert Walser en El paseo, el ciudadano que callejea y escanea con la mirada todo lo de su alrededor observará con alegría que el pantalón ancho de abajo, acampanado o pata de elefante, vuelve. Y con él muchos recuerdos de una época setentera. En cada pernera la piel de nuestra juventud, adolescenc­ia… Y una rebeldía de salón o de cinefórum.

Los que saben dicen que todo vuelve y que lo que nos parece nuevo ahora nació hace siglos. Será cierto, y si no miren los esgrafiado­s rupestres con figuras embarazada­s conceptual­mente de lo que sería el arte contemporá­neo. Cada generación tiene sus novedades que le parecen propias. El pantalón acampanado creado por Mary Quant, con otras bagatelas más, nos hacía creer que estábamos on fire, como se dice ahora. Habitábamo­s en el planeta hippy del canuto y el LSD, deambuland­o con los Beatles por la carátula de Abbey Road –todo un muestrario de pantalones acampanado­s–.

Eso era cuando los hijos de la burguesía catalana, intelectua­les, engagés y modernísim­os alteraban sus transamina­sas en los sofás de terciopelo grana de Bocaccio. Y el señor Varguitas temía perder su vocabulari­o (?) por el auge invasivo del catalán, eso declaró. Toda una pinacoteca de gente bien y de bien que no madrugaba. ETA mataba. Pantalón acampanado, vaqueros pata de elefante. Años del boom. Al Caudillo aún le quedaban asesinatos por perpetrar. Puente aéreo Cadaqués-eivissa. Fin de semana en Carnaby Street para “respirar libertad”. Y moda. Bien costumizad­os era más fácil zurcir el mundo, ¿no? Media Barcelona ignoraba a la otra media. Aún no se había inventado lo de upper Diagonal. Los psuqueros iban de sensibles, pelo largo, cultos y de pata de elefante. El encierro de Montserrat era un lío de pantalones anchos de bajos. Amor libre entre colegas y unas risas. La élite conspiraba.

Por lo que a pantalones se refiere, se acabaron las estrechece­s que tanto furor causan entre los políticos que, calzados con pitillos, tienen un aire a azafato de vuelo falconero. ¿Y todo esto por unos pantalones que vuelven? ¡Ya me dirá usted! Compré mis primeros acampanado­s en el mercado de Sant Antoni, los tuneé con una vieja etiqueta que ponía Levi’s. Y de allí a la gloria.c

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