El ‘gran hermano’ del agua
El centro de control de Aigües de Barcelona se encarga de organizar las posibles restricciones
Lo primero que sorprende en el gran panel que preside el centro de control operativo de Aigües de Barcelona en la capital catalana es un mapamundi donde se sucede el movimiento de unas flechas con parpadeo amenazante que se dirigen desde diversos lugares del planeta hasta el lugar en el que estamos. Instintivamente nuestra mirada se dirige hacia Rusia, de donde parten muchas flechas.
En el mapamundi se representa la llegada incesante de las ciberamenazas y se visualiza el trabajo de las aplicaciones que monitorizan los ataques contra la infraestructura tecnológica del centro. “Cada semana tenemos una media de 13.000 ataques”, dicen los técnicos de Aigües. La afirmación nos sugiere que es urgente y conveniente reformular el tópico. En realidad, “el agua es un bien escaso … y asediado”. Si un ataque surtiera efecto, “en diez minutos podríamos operar desde otro centro alternativo”, nos tranquilizan.
Desde el panel (seis metros de longitud y casi tres metros de alto), el tótem central de esta planta acristalada, se hace el seguimiento de las redes de abastecimiento que gestiona la compañía. Es su gran hermano. Desde estos monitores se controlan 4.700 km de la red de abastecimiento de agua potable, 1,5 millones de registros diarios y 5.600 sensores repartidos por toda la red en 23 municipios metropolitanos (tres millones de habitantes).
Otro marcador indica que el consumo de agua en los 23 municipios metropolitanos es de 5,8 hm diarios, una cantidad inferior a la3de hace 15 años, cuando la demanda llegó a 7 hm3. Antes de que llegaran las ciberamenazas, los barceloneses ya conocían el asedio de las sequías y aprendieron a ahorrar agua. Resultado: el consumo doméstico es ahora de 105 litros por habitante y día, muy cerca del mínimo de los 100 litros que recomienda la OMS.
Otra gráfica muestra una curva de previsión de la demanda de las próximas 24 horas, obtenida con los datos de los sensores presentes en la red, y cómo esta se va actualizando hora a hora; mientras, casi superpuesta, aparece otra curva que muestra cómo el consumo real encaja con lo previsto.
El panel-gran hermano es el encargado también de planificar y ejecutar las posibles restricciones domésticas de agua si se agudiza la sequía. La compañía de aguas tiene preparado un dispositivo para reducir la presión del suministro si se entrara en situación de emergencia y hubiera que actuar coordinadamente con las autoridades metropolitanas.
El plan especial de sequía del Govern da ahora a los municipios 230 litros por persona y día para todos los usos, pero si se entrara en un segundo o tercer estadio de la emergencia, habría que apretarse aún más el cinturón, hasta límites cercanos e incluso inferiores al consumo mínimo. En este escenario, Aigües se inclina por reducir la presión del suministro, antes que hacer cortes horarios. El argumento es que “las grandes redes de abastecimiento no están preparadas para estar trabajando constantemente con cortes e interrupciones en el suministro porque se acabaría provocando tal cantidad de averías en la red que, al final, sería peor el remedio que la enfermedad”, dicen sus técnicos. “Tenemos una red muy preparada. Gestionar la presión del agua, en lugar de hacer cortes, es muchísimo menos lesivo para las redes”. No obstante, antes de reducir la presión se aplicarían muchas otras medidas de ahorro, en la línea con las que los ayuntamientos ya están adoptando.
El alto grado de monitorización y digitalización del servicio permitiría hacer un ajuste en todas las conducciones. No obstante, bajar la presión no tendría un impacto homogéneo sobre todos los ciudadanos, porque los pisos altos serían en todo caso los “más afectados”. Aun así, “los clientes sensibles identificados por los ayuntamientos tendrán en todos los casos el suministro garantizado”, recalcan. En cambio, otros pequeños municipios, carentes de sistemas tan tecnificados, estarían abocados a los arriesgados cortes horarios en este escenario.
El panel indica que la sequía es tan intensa que hay que aprovechar hasta la última gota de agua. Aigües de Barcelona se plantea como objetivo captar casi el 100% del caudal que transporta el Llobregat a su paso por la estación de Sant Joan Despí. Nos bebemos casi la totalidad del flujo de agua liberado desde los embalses. El Llobregat transporta 3.000 litros por segundo y se está cogiendo del río 2.760 litros por segundo. Solo unas pequeñas rieras aguas abajo de Sant Joan Despí garantizan que el río lleve un caudal mínimo en su desembocadura.
Antes de la sequía, más del 60% del agua consumida en estos 23 municipios eran recursos del Llobregat y el Ter; ahora, en cambio, los ríos aportan menos del 20%.
La desalinización y reutilización son ahora el pivote central del servicio (el 58% ).
La desalinización supone el 33% de la demanda mientras que el 25% del agua que bebemos son caudales reutilizados procedentes de la estación regeneradora de El Prat (que, una vez tratados, son bombeados aguas arriba para ser vertidos en Molins y potabilizados en la estación de Sant Joan Despí). El resto es agua de pozos (23%) y de ríos (19%). “Si no hubiéramos contado con la desalinización y la reutilización, ahora estaríamos con restricciones domésticas”, dicen los técnicos.
Al disponer de menos agua en los ríos, el caudal reutilizado, que comporta a veces menos exigencias de tratamiento, es un recurso idóneo para usos agrícolas, limpieza de calles, riego de jardines o para la industria de la Zona Franca, y así ahorrar agua potable. Por eso, Aigües pide al Govern (encargado de la planificación) que, una vez, pasada la sequía, las aguas reutilizadas sigan siendo el elemento estructural del abastecimiento. “Su uso debe ser la nueva normalidad en el futuro”.n
En la planta de Sant Joan Despí se capta ahora casi todo el caudal que circula por el río Llobregat