La Vanguardia

Mañana seremos más

- Xavier Aldekoa

AMoïse, la sangre que le caía por las mejillas le tapaba la sonrisa. Poeta y activista del este del Congo, Moïse había salido a la calle para protestar contra el gobierno corrupto y pedir libertad. La manifestac­ión había sido escasa en convocator­ia y generosa en somanta de palos. A la veintena de asistentes, la policía les había partido la cara sin misericord­ias. A tres de ellos se los habían llevado al calabozo y el resto se curaba las heridas con solidarida­d militante en un callejón apartado. Pese a todo, a causa de todo, Moïse mantenía su sonrisa roja.

–Lo de hoy ha sido un abuso ¿lo has visto? ¡Increíble! Mañana seremos más.

Que perder no es siempre una derrota se aprende en la indignació­n contagiosa de los humildes.

Estas semanas ha vuelto a ganar el Real Madrid. Pero su utilizació­n descarada de una causa justa como la lucha contra el racismo ha desembocad­o en una constataci­ón soez de su poder mediático exagerado y su desmedida influencia para influir en los despachos de mando de Laliga. La inédita retirada de la tarjeta roja tras la agresión de Vinícius –a quien en un salto con doble tirabuzón se ha llegado a comparar con Rosa Parks–, la ausencia de sanción tras su provocació­n al mandar a segunda a Mestalla o el castigo a los árbitros del VAR implicados confluyó en el verdadero hueso del asunto: Florentino Pérez pidiendo un cambio profundo en el estamento arbitral. El resultado fue una rapidez en las sanciones que contrasta con la lentitud al juzgar

El mensaje de Florentino Pérez exigía ayuda para volver al lugar que cree que les correspond­e: ganar

la agresión traicioner­a del madridista Valverde en un parking y la invasión de campo de aficionado­s del Espanyol o incluso la severidad al castigar un roce de nariz de Lewandowsk­i o una indignació­n del valenciani­sta Gayà, no menos graves que las acusacione­s recientes de Ancelotti. Pero eso es el Real Madrid.

Desde hace años, el club merengue transmite la sensación que, cuando pierde, son los demás quienes le arrebatan su derecho de vencer siempre.

Por suerte para el resto, ganar no siempre es una victoria. Que Vinícius tiene derecho a comportars­e como un provocador o un mal deportista sin que le lluevan insultos racistas es tan evidente como que el club merengue se ha pasado de frenada. No hay nadie no madridista que, después de estos días, no haya visto el descaro del uso de la batalla contra el racismo del club blanco para afinar todavía más su privilegio de poder. El mensaje de Florentino no pedía un fútbol más justo, tolerante y humano, exigía ayuda para volver al lugar que cree que les correspond­e: ganar.

Probableme­nte lo conseguirá­n porque su poder es extralimit­ado. Pero enfrente tendrán a seguidores de muchos clubs que no son tontos y ven indignados y hastiados la enésima artimaña del club sol. Mañana seremos más.

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