La Vanguardia

¿Cuándo estallará la burbuja de la IA?

La IA es la nueva tecnología de moda. La profunda transforma­ción que anuncia ha disparado también el apetito de grandes y pequeños inversores. Los primeros síntomas de la burbuja financiera ya están aquí.

- Manel Pérez

Nvidia, un fabricante de chips para juegos de videoconso­las y ordenadore­s que se espera jueguen un papel crucial en el desarrollo de los nuevos proyectos de inteligenc­ia artificial (IA), está a punto de alcanzar una capitaliza­ción bursátil de un billón de dólares, una cifra cercana al 80% del producto interior bruto (PIB) español. A punto de traspasar el umbral del olimpo de las grandes tecnológic­as norteameri­canas, por delante de Meta y pisándole los talones a Amazon. Lejos aún de Google y sobre todo de los 2,5 billones de Microsoft.

Nvidia facturó el año pasado unos 26.000 millones de dólares y se ha disparado tras anunciar que esperaba un crecimient­o espectacul­ar de sus ingresos en el actual ejercicio. Pese a las brillantes expectativ­as, esa capitaliza­ción bursátil multiplica 30 veces la facturació­n y 60 los beneficios que la empresa proyecta para su vigente año fiscal, que termina el año que viene.

Al decir de los expertos, esta empresa, que dirige Jensen Huang, es de las mejor colocadas para ser una de las vencedoras absolutas de la “cuarta revolución industrial” que anuncian a todas horas los involucrad­os en la IA. Y de hecho es una de las pocas con capacidad de ofrecer lo que ahora están pidiendo las empresas punteras en ese ámbito. La empresa asegura que espera ser la primera suministra­dora de chips avanzados para IA. Aunque también hay incógnitas, pues sus chips se fabrican en Taiwán y es una de las empresas que puede verse muy afectada por el bloqueo comercial y tecnológic­o de la Administra­ción de Joe Biden a China.

Huang habla de la situación de su empresa como el “momento iphone”, en referencia a la revolución de los teléfonos móviles y el crecimient­o explosivo del mercado que desencaden­ó el producto creado por Apple. Pero valoracion­es como las señaladas dejan cortas las disparatad­as cotizacion­es que alcanzaron la mayoría de las puntocom de finales del siglo pasado y que acabaron, como ya es sabido, con un estrepitos­o choque contra el suelo en tiempo récord. Además, por debajo del radar de empresas como la comentada bullen legiones de startups de software y apps que registran valoracion­es disparatad­as sin estar respaldada­s por ningún resultado concreto. El capital las busca con pasión.

No se trata de cuestionar la importanci­a y los peligros, las ambivalent­es consecuenc­ias, tecnológic­as, sociales y económicas de los últimos desarrollo­s de la IA. Pero la interconex­ión mundial –mercados abiertos las 24 horas, plataforma­s, redes sociales, medios de comunicaci­ón– dispara y propaga las expectativ­as y la codicia infinita de inversores y usuarios a una escala desconocid­a en la historia financiera. Las burbujas han pasado de acontecimi­entos singulares que acaecían una vez cada muchos años (hubo épocas en las que había solo una cada siglo), a episodios frecuentes que forman parte de la vida cotidiana. Como el empleado del mes.

Apenas salidos del fin del espejismo de las criptomone­das, y ya estaban dando sustos los fondos de pensiones del Reino Unido. Meses después le llegó el turno a la banca de EE.UU., que está intentando saber cuál será la próxima campaña. Y como que el mundo anda buscando con extremado ahínco una nueva fuente del enriquecim­iento exponencia­l y rápido, no tardará en emerger la siguiente.

La IA tiene todos los números para ser la gran protagonis­ta. Y un personaje está jugando un papel especial en la propagació­n del nuevo dogma que mantiene en vilo a los especulado­res del planeta. Se trata de Sam Altman, fundador de Openai, la empresa creadora de CHATGPT, un personaje que ya destacó en el desarrollo de las fenecidas criptomone­das. De hecho, forma parte de la constelaci­ón de megarricos nutridos al calor de la revolución tecnológic­a focalizada en Silicon Valley, como Elon Musk, por poner un ejemplo conocido. Con ellos fundó Openai. En la newsletter Artificial de Delia Rodríguez en La Vanguardia se puede leer un revelador perfil del personaje.

Desde hace un tiempo, los analistas consideran evidente que para alcanzar la madurez, su proyecto de IA necesitaba más dinero, mucho más. Como la inversión de “miles de millones” que hará la empresa de Bill Gates, Microsoft, anunciada recienteme­nte. Sumarán otros 1.000 a los que ya aportó inicialmen­te.

El paso siguiente ha sido el de la política. Precedido por una ola de admiración sin parangón, Altman ha intervenid­o en el Congreso de EE.UU. y ha viajado por medio mundo para reunirse con presidente­s de gobierno, entre ellos varios europeos – el español Pedro Sánchez, el francés Emmanuel Macron o el comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton, entre otros–. Una buena pista sobre las ambiciones de un emprendedo­r que aspira a comerse el mundo, en el sentido literal. Su lanzamient­o inicial está siendo a esa escala. Una inaudita campaña global de marketing que cuenta con la élite política como invitada especial.

Probableme­nte, la audiencia estaba tan ablandada por las apocalípti­cas advertenci­as sobre el peligro de la nueva herramient­a que ha creado, que ha conseguido que nadie dude de sus buenas intencione­s. Una candidez que puede pasar factura.

Altman ha pedido un regulador global para el nuevo universo de la IA y un severo control sobre las nuevas propuestas de empresas en este nuevo mundo. Reclama a la UE que se lo piense mucho antes de proponer unas reglas del juego que no le parezcan bien. Sin duda, quiere anticipars­e a la acción de los gobiernos y probableme­nte piensa en ser él quien defina las reglas. Es la indicación más clara de que la dimensión en la que piensa operar es mundial y no quiere jurisdicci­ones fragmentad­as. Es la llamada unidad de mercado, pero a escala de la nueva globalizac­ión. Pero, considerac­iones tecnológic­as y morales al margen, se trata de un negocio. Y ya está en el centro de la próxima tormenta financiera.

Los cazadores de beneficios rápidos y exponencia­les buscan sus próximos objetivos

Altman ha montado una campaña mundial de marketing con la élite política de invitada especial

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ANDREW CABALLERO-REYNOLDS / AFP Altman, de Openai y postulante de un mercado único para la inteligenc­ia artificial
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