IMV: mucho por hacer
Comenzaré citando unas palabras que no son mías, pero que definen muy bien lo que significa el ingreso mínimo vital (IMV) para este Gobierno y la nueva etapa que acabamos de iniciar. “No es una paguita, es un impulso para que las personas que se encuentran perdidas puedan salir adelante y luchar”. Me gusta hablar del ingreso mínimo vital como m·s que una prestación, porque lo es. Mucho m·s. Es una palanca, como dice uno de los 2,2 millones de beneficiarios del IMV desde su puesta en marcha, y que la pudo dejar tiempo atr·s: “aprovechamos esa ayuda, no vivimos de ella”.
Porque el IMV es, ante todo, una política viva, en constante transformación. Y, como tal, no puede avanzar sin transparencia y una evaluación constante que nos permita llegar a las capas de la sociedad donde es m·s difícil penetrar, pero resulta decisiva.
Este compromiso explícito pasaba de la palabra al papel justo esta semana con la publicación de nuevas estadísticas desglosadas por mes, comunidad autónoma, edad o forma de unidad familiar. Cifras que nos van a permitir, a administraciones y ciudadanía, ser mucho m·s rigurosos en el an·lisis de la prestación, conocer su desempeño y desarrollar metodologías científicas para las políticas de inclusión. Sin embargo, pido encarecidamente que no las convirtamos en una competición de números.
El IMV es una prestación compleja de tramitar, delicada de solicitar y que ayuda a los hogares m·s vulnerables a salir de una situación extrema. Pensar en ella como el marcador de un partido es erróneo y contraproducente. Dentro de la obligatoria responsabilidad fiscal, estamos poniendo en marcha acciones que la convierten cada día en una política m·s efectiva y fructífera. Y así ha sido desde su nacimiento.
Cuando despertó el interés internacional por la rapidez de su implantación, se abrió un laboratorio de programas piloto que demuestran que esta inversión social retorna con garantías al Estado. Cuando demostró su potencial en la lucha contra la pobreza infantil, el IMV se complementó con una ayuda destinada a la infancia que elevó hasta un 300% los umbrales de renta y patrimonio. Desde el 2022, esta modalidad de IMV (CAPI) ha beneficiado a 650.000 menores y 480.000 familias.
Es decir, el movimiento es constante y lo va a seguir siendo a través de una hoja de ruta ambiciosa y marcada por tres ejes: agilidad, claridad y transparencia. Con una reducción de la burocracia y una interoperabilidad de documentos entre las administraciones públicas. Con una revisión del lenguaje y de los formularios de solicitud. Con un número de atención corto que, aunque a algunos les sorprenda en la era de la inteligencia artificial, sigue siendo la vía m·s sencilla y universal para acceder a la prestación. El 020, que estar· listo este verano.
Y sí, publicando los hogares y los beneficiarios. Cont·ndolos en números y también en historias. Aspiramos a consolidar una política que sea referente internacional y eso solo se consigue con las segundas. Hay mucho por hacer con respecto al IMV. Estamos a punto de celebrar su cuarto aniversario y est· m·s vivo que nunca.
Desde el 2022, esta prestación ha beneficiado a 2,2 millones de personas