No somos niñas
Son niòas. Miran a c·mara bajo mensajes como “Ser· jefa de tecnología”, “Ser· rectora”, “Ser· CEO”. Los carteles, en muchos puntos de la ciudad, forman parte de la campaòa 8-M del Ayuntamiento de Barcelona, que este aòo lleva el eslogan “Rompamos el techo de cristal”. Chirría por varios motivos. Primero, porque son niòas. ¿Por qué enfocar el feminismo como un futuro utópico, como una idea que cuajar· las próximas generaciones? ¿Por qué hay que preparar el terreno para ellas y no exigirlo ya para nosotras, para las adultas, para las madres y abuelas? ¿Por qué no poner en los carteles a una dependienta o camarera, que combina su trabajo con estudios universitarios, dispuesta a presidir una corporación audiovisual? ¿No puede aspirar una doctora de mediana edad a dirigir el hospital en el que pasa mil horas al día?
¿Y por qué ambicionar puestos de poder y altos cargos propios del neoliberalismo? ¿Y si esas niòas quieren ser agricultoras, maestras, peluqueras, tatuadoras, desarrolladoras de apps o productoras de videojuegos? O escritoras, camioneras, cuidadoras, baloncestistas. Eso sí, con sueldos dignos, horarios decentes, tratadas con respeto, y no como si no merecieran estar donde est·n cuando ocupan lugares tradicionalmente monopolizados por hombres. La campaòa chirría porque es inofensiva. Como lo fueron los Fridays for Future y focalizar en la figura de Greta Thunberg un tema tan fundamental como el medio ambiente. Inofensivos, los niòos infantilizan aquello que promueven si es algo de lo que deben responsabilizarse los adultos, caso del ecologismo o la voluntad de cambiar el mundo, o que haya paz. Ya crecer·n y entonces se dar·n cuenta de que la realidad no es tan sencilla como sus deseos naifs. Tenemos tiempo para solucionar con ellos lo que no hemos sabido arreglar hasta ahora. Es lo que transmiten cuando protagonizan campaòas que no inciden en los problemas que sufren.
Los carteles tendrían un impacto muy distinto si, en vez de prometer un futuro ideal, fueran acompaòados de estas cifras: de las 18.731 denuncias por violencia sexual interpuestas en Espaòa en el 2022, un 40% tuvieron como víctimas a niòas. O estas otras: uno de cada diez adolescentes de entre 14 y 17 aòos reconoce haber sido víctima de conductas de control por su pareja, y la mayoría son chicas, según un estudio del Observatori Social de la Fundación La Caixa. O de este titular: “Las nuevas generaciones son las m·s escépticas respecto a las desigualdades entre hombres y mujeres”, según el CIS. Ser·n jefas de investigación y rectoras, pero pasar·n por esto.
Entiendo el mensaje positivo y optimista de la campaòa; quién no querría lo mejor para sus hijos, lo mejor para sus hijas. Pero no rompe nada, mucho menos el techo de cristal. Ni siquiera lo visibiliza. Diferente sería que en las im·genes apareciera una jefa de tecnología junto a un compaòero de trabajo, y la advertencia de que la brecha salarial se ha ensanchado por primera vez desde 2017, según un estudio de la Cambra de Comerá. O que saliera una CEO junto a los rumores e indirectas que ha tenido que aguantar de quienes no obtuvieron el puesto. O una reconocida mujer de éxito con problemas de ansiedad, falta de sueòo y de tiempo, y pusiera: “Es malabarista”. O los comentarios que reciben los artículos deportivos escritos por mujeres. O los comentarios y ataques que reciben las campaÒas y artículos sobre mujeres que realmente sacuden. O una eminente científica a punto de obtener el Nobel, y un señoro al lado que le espetara: “Oye, nena”. ●
Los niños infantilizan aquello que promueven si es algo responsabilidad de los adultos