La Vanguardia

Huéspedes y fantasmas

El vicepresid­ente de la Acadèmia Catalana de Gastronomi­a y Nutrició es bibliófilo y gran lector

- Llucia Ramis

Desde que sus hijos se independiz­aron, Joan Font vive con sus fantasmas. Enviudó hace cuatro años. Su mujer era experta en historia medieval inglesa y leía en seis idiomas. …l iba metiendo los libros en el piso al que entraron en el 2000 a escondidas, porque había demasiados. Son un 10% de los aproximada­mente 30.000 que tiene repartidos en cinco casas. En la del Empordà est·n los del mundo del vino, las monografía­s locales y la literatura universal. “He procurado darles una buena vida, que la temperatur­a y la humedad sean las adecuadas”, para que cuando lleguen a otras manos lo hagan en buenas condicione­s y con buena salud, dice.

Le gusta que en casa se esté bien, empezando por los libros: “Quiero que mis huéspedes sean felices”. Para ello, el continente es tan importante como el contenido. Las biblioteca­s del piso de Barcelona van a juego con las puertas fabricadas por los Woevodsky. Font pasa poco tiempo en la sala de estar, le da la impresión de ser un invitado. Sí utiliza el comedor porque se lo ha impuesto; le gusta cocinar, aunque casi siempre come fuera. Duerme poco, cuatro horas, lee sobre la cama (no metido en ella) o en una buena butaca, en el despacho, nunca en el sof·.

Aquí tiene mucha encuaderna­ción española del XX (Brugalla, Galv·n, Palomino), incunables, libro religioso, el Index librorum prohibitor­um, historia de los jesuitas, el Manual del librero hispanoame­ricano de Antoni Palau Dulcet, de 1907. Es un apasionado de su país, “somos un país pequeño y hacemos cosas fora mida”. Tras estudiar en los escolapios, a finales de los sesenta entró en la Virtèlia, escuela catalanist­a y seglar destinada a una burguesía profesiona­l. Tenían biblioteca en el aula y una profunda devoción por la Mare de Déu de Montserrat, lo que hizo que se interesara por el tema. Con 9 años leyó todos Los cinco, de Enid Blyton. Luego le cautivó Miguel Strogoff, de Verne. Con 12 o 13, pasó a la literatura gótica, iba al Mercat de Sant Antoni.

La bibliofili­a llegaría de adulto, “si eres curioso, el mundo del libro es infinito”. Dice que es un vicio; “no es malo, pero te puede llevar a la ruina, como todas las aficiones desmedidas”. Lo compara con la caza y el instinto. Recuerda comprar libros por fax, a finales de los noventa. Recibía el cat·logo, hacía el pedido con el número de tarjeta, y los obtenía un mes y medio después. Ahora puedes participar online en las subastas, los tienes al cabo de tres días. …l es cerebral. Eso sí, cuando ve alguno que le interesa en una tienda, lo compra porque le hace ilusión y tiene prisa. Es vicesecret­ario de la Associació de Bibliúfils de Barcelona. Y vicepresid­ente de la Acadèmia Catalana de Gastronomi­a i Nutrició; se encarga de las publicacio­nes, como La nostra cuina tradiciona­l, con textos de Josep Pla ilustrado por Ferran Adrià.

Coleccionó biblias de diferentes confesione­s cristianas, se entusiasmó con Las mil y una noches, buscó ediciones distintas alrededor del mundo. Abogado dedicado al derecho internacio­nal, ha podido viajar y frecuentar librerías y anticuario­s de otros países. Cuando fue con sus hijos a Egipto, se llevó dos ejemplares de la guías Baedeker (la primera que puntuó los monumentos con estrellas), una de 1914 y la otra de 1923; entre ambas fechas se descubrió la tumba de Tutankamón. Distingue entre bibliófilo y lector. El primero examina el libro, lo mira, lo disfruta estéticame­nte, reverencia­lmente: “Proporcion­a un placer indescript­ible, rinde culto al objeto”. …l, adem·s, es lector, pasión forjada por el tridente Pla, Porcel y Espriu, de los pocos que relee. Si un libro actual le encanta, lo hace encuaderna­r en piel por Josep Cambras: “Es como amnistiar al toro que ha sido bravo y ha luchado bien”.

Entre los incunables, tiene un Duns Scoto editado el 1490 en Venecia y con encuaderna­ción portuguesa del siglo XIX y broche de plata. “Es una muestra de lo que dura el libro”. Cree que dentro de 500 años no quedar· nada en soporte audiovisua­l. En cambio, tiene ejemplares que han pasado por cinco, seis poseedores antes. Es consciente de que él se ir·, ellos cambiar·n de manos y tendr·n otras vidas. “Nosotros somos una circunstan­cia; los guardamos, los acompañamo­s, los vigilamos un tiempo y procuramos que no les pasa nada”. ●

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Joan Font en sus biblioteca­s de madera que combinan con las puertas fabricadas por los Woevodsky. Junto a estas líneas, sostiene el incunable de Duns Scoto de 1490
Àlex Garcia Entre maderas Joan Font en sus biblioteca­s de madera que combinan con las puertas fabricadas por los Woevodsky. Junto a estas líneas, sostiene el incunable de Duns Scoto de 1490
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Àlex Garcia
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