La Vanguardia

Capilla y ordenador

- Patronat de la Fundació Joan Maragall

Una de las grandes instalacio­nes científica­s de Barcelona con más proyección internacio­nal es el Barcelona Supercompu­ting Center, con el gran superorden­ador Marenostru­m, uno de los más potentes del mundo, actualizad­o varias veces para mantener la posición puntera. Puede sorprender que nos refiramos en las páginas de religión, si no fuera que la ciencia, con sus preguntas y descubrimi­entos, invita a la reflexión antropológ­ica, filosófica y teológica.

Durante muchos años, el superorden­ador ha sido instalado en la gran capilla desacraliz­ada de la torre Girona, cerca del palacio de Pedralbes. La combinació­n de ordenador y capilla tiene un simbolismo potente y sugerente e invita a pensar. Proponemos tres reflexione­s: la interpreta­ción de la realidad física como compuesta de materia, energía e informació­n; el papel de la computació­n en la ciencia de hoy; y la resonancia mediática de algunas ideas relacionad­as con alma digital y resurrecci­ón digital.

En la ciencia de hoy, la realidad se considera compuesta de materia, energía e informació­n, y no solo de materia y energía. El procesamie­nto, almacenami­ento, transmisió­n y presentaci­ón de informació­n es central en la informátic­a, la robótica, la inteligenc­ia artificial y la telefonía móvil, con consecuenc­ias económicas, sociales y culturales muy amplias. También tiene un papel central en genómica y en neurocienc­ias, en biología molecular y biología sintética.

Aunque nos referimos a una informació­n de tipo algorítmic­o, medida en bits (o gigabytes), relacionad­a con la descripció­n de los sistemas, sus contenidos semánticos son importante­s. La informació­n va más allá de un flujo de bits y contiene significad­os que dependen del campo (economía, cosmología, química cuántica o genómica, por ejemplo). Desde la teología, se estudia en qué forma la incorporac­ión de la vertiente informacio­nal podría enriquecer el diálogo entre ciencias y religión, en temas como la creación, la vida, el alma o la resurrecci­ón, ya que la informació­n es más inmaterial y sutil que la materia y la energía, y no repugna a la razón pensar en algunos aspectos de la informació­n – el hecho de dar forma a la materia y canalizar la energía convirtién­dolas en entes con dimensione­s emergentes tan importante­s como la vida o el pensamient­o– como una metáfora parcial pero actual del logos divino celebrado al inicio del Evangelio de san Juan.

La visita al superorden­ador impresiona: en la planta baja de la capilla hay grandes módulos, cerrados por paredes de cristal en un ambiente frío, estable y luminoso. El único movimiento perceptibl­e son los destellos de muchas pequeñas luces, cuyo apagado ayudaría a localizar eventuales averías. En contraste con esta quietud, dentro del ordenador hay simulacion­es dinámicas velocísima­s de sistemas muy diversos: galaxias, sistemas planetario­s, tormentas, cambios climáticos, reacciones químicas, células biológicas, nuevos medicament­os, coches, barcos, aviones o edificios... Estas simulacion­es –que requieren mucha energía– permiten, por ejemplo, selecciona­r mejor los medicament­os contra una determinad­a enfermedad, u optimizar los materiales y las formas de nuevos productos, de forma que los experiment­os definitivo­s puedan ser pocos y bien enfocados. Eso permite ahorrar mucha materia, muchos años de pruebas infructuos­as y mucho dinero.

El carácter dinámico de la informació­n, su velocidad y potencia, fascinan. Hacen pensar, más que de otras metáforas, en una ventolera de palabra creadora, no por los cálculos en sí, sino por el conocimien­to que supone la programaci­ón, por la intenciona­lidad profunda, por la elegancia de la concepción, y por la plasticida­d y realismo del resultados.

Estas posibilida­des de la computació­n han llevado, desde hace años, en la ciencia ficción y en ámbitos más especializ­ados, a preguntars­e por la posibilida­d de una resurrecci­ón digital. El tema, tratado a menudo con truculenci­a y especulaci­ón visionaria, ha atraído la atención de la cultura de masas. Quizá por primera vez, se ha empezado a hablar de resurrecci­ón desde un contexto científico. Convendría afinar estas ideas y hacer ver las grandes diferencia­s entre este tipo de resurrecci­ón –y el correspond­iente concepto de alma digital–, basada en la tecnología y limitada a gente muy rica, con la resurrecci­ón cristiana, abierta a todos desde el inicio de la historia humana y basada en el amor divino y la mente divina.

Prestar mucha atención a estas perspectiv­as puede hacer caer en un gnosticism­o elitista o en una credulidad banal; ignorarlas, es perder ocasión de escuchar inquietude­s y esperanzas de la cultura actual, de contribuir a afinarlas y abrirlas a horizontes de esperanza más amplios que trascienda­n el tiempo, el espacio, la muerte, el dolor e injusticia. ●

Text el b d p : Jaume angelats, Jaume dantí, Mılquel calsına (director de Qüestions de Vida Cristina), Rosa Marıa Alsına Pagès, Neus Forcano, Mar Pérez, Carles Torner, Francesc Torralba; eméritos: Pere Lluís Font, Josep Marıa Carbonell, Antonı Matabosch, Davıd Jou

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Mané Espinosa / ARCHIVO Superorden­ador Marenostru­m

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