La Vanguardia

Jugar por el entrenador

- Carlos Zanón

En Coney Island Baby, Lou Reed va desgranand­o versos para dibujar qué significa no ser ni más ni menos que un chaval de barrio. Alguien que solo tiene lo que es y solo es lo que no tiene. Al principio de la canción, Reed -que había jugado a fútbol americano- habla de que tenía un entrenador que para los mayores del equipo era mezquino y cruel. Sin embargo, él cada vez que jugaba lo hacía por el entrenador. Y es que las veces que importan en la vida, estás jugando por el entrenador. No te dejas matar por una bandera, ni te partes la cara en el campo por un presidente en un palco, lo haces por tus compañeros o por quien te manda hacer lo que has de hacer y está ahí, a tu lado.

El otro día, al escuchar a Cholo Simeone antes y después de su eliminator­ia de Champions, me entraron ganas de tener el corazón del revés y ser del Atlético de Madrid. Quizás, porque uno necesita más western y menos cine de autor. El western es ese lugar donde se refugió la épica de Homero, los mil Enriques shakespear­eanos y también la lealtad y camaraderí­a sin fisuras de Los tres mosquetero­s. Puede parecer infantil pero el fútbol solo es un juego de niños que, a veces, tienen la suerte de poder partirse la cara por el entrenador, aunque a algunos les parezca mezquino y cruel como en la canción o un fracasado en cualquier cosa que no sea ser honesto.

No me cabe duda qué los de Xavi también juegan por él. Muchos de ellos no tienen ni idea de qué es el Barcelona pero sí que Xavi los ha protegido, defendido y ha sido justo. Pero quizás Xavi ha estado siempre demasiado cerca de todo -del campo, del presidente, de la aficióny ha perdido el tiempo dando manotazos al aire. El Barça no es solo un diagnóstic­o de sucesivos psiquiatra­s elevados a la categoría de santos –Cruyff, Guardiola y sus tenaces mil tertuliano­s– sino un chaval con una camiseta del Barça barata jugando en un descampado. Puro western. Esa vocación de épica el Barça la tenía y ya no tiene porque ha perdido el barrio y la generosida­d de la no identidad y ha hecho demasiadas trampas con palancas y la manera de decir y no decir las cosas como para creer que estás en el lado del sheriff bueno. Ni tan siquiera de los malos. Sino que eres el que regenta el salón y siempre que quiere sacar el rifle de debajo de la barra, le apuntan y él cambia de opinión y disimula.

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