La Vanguardia

“Obama fue el primero en enjaular personas”

El salvadoreñ­o Javier Zamora, de mena en EE.UU. a estudiante brillante en Harvard, narra su travesía migratoria

- Begoña Gómez Urzaiz Barcelona

Con solo nueve años, Javier Zamora (La Herradura, El Salvador, 1990) fue lo que se dice un mena, un menor no acompañado que cruzó la frontera –varias fronteras– desde El Salvador hasta Estados Unidos con un coyote, un guía pagado por su familia y un grupo variopinto que se hacían llamar Los Seis. Les dijeron que el viaje duraría dos semanas. Fueron nueve.

En Solito (Random House / Periscopi), la narración –escrita en inglés– que el Zamora adulto hace de esa travesía llena de peligros, el lector acompaña a ese niño, al que llaman Chepito, sintiendo cierta angustia por su inocencia y a la vez agradecien­do que la conserve. El autor, en muchos sentidos un “inmigrante modelo”, un alumno excelente que estudió en tres de las universida­des más prestigios­as del mundo –UC Berkeley, Stanford y Harvard– sin tener todavía papeles, escribió este recuerdo de su viaje como parte de su proceso de sanación, tras tocar fondo. La conversaci­ón se produce por Zoom, pocos días antes de que Zamora visite Barcelona, en el español salvadoreñ­o, agringado y mestizo que intenta preservar.

“Como inmigrante –confiesa–, pasé por un tiempo de gran asimilació­n, entre los 12 años y los 16.

Mentía y les decía a las personas que no sabía hablar español. Cuando no tenía papeles, el español era algo que hablaba dentro de mi casa con mis papás. Empecé a rescatar mi idioma a los 17 años, al empezar a escribir poemas”.

Empezó a escribir Solito mientras iba a terapia, para superar, años después, el trauma de aquel viaje. “Era estrés postraumát­ico. Recuerdo por ejemplo el olor del polvo del desierto de Sonora, el olor de la sal en la lancha en medio

del Pacífico. Cuando veía una película con emigrantes, me volvía todo eso”.

La voz de Chepito, su alter ego en el libro, “tenía que sonar verdadera”. Es peculiar porque “yo no tuve una niñez, me la han robado por la inmigració­n. Dejé de ser un niño cuando se fue mi mamá de El Salvador pero también el día que mi abuelo me dejó en Guatemala para hacer el resto del viaje y me quedé solo. Por eso siempre he mantenido ese niño, Chepito, de nueve años. Es como mi voz interna y ahora se la he mostrado a strangers [extraños] en este libro. Ha sido una forma de sanar”.

Como persona que ha leído mucho sobre el tema, afirma que “en una comunidad a la que llegan los inmigrante­s, el crimen baja y la economía sube. Los facts [ hechos] ahí están”.

Zamora –que ya trabaja en sus memorias de los 9 a los 18 años– no tuvo papeles hasta los 21. “Mi primer gran disappoint­ment [decepción] fue mi primer día en Estados Unidos. Uno tiene tan idealizado este país que la idea nunca se acerca a la realidad, la realidad siempre es peor. Mi vida en El Salvador eran terrenos, árboles, naturaleza… Podía caminar por todo mi pueblo hasta el muelle sin ningún adulto. Llego a Estados Unidos, a un apartament­o muy pequeño. Mi mundo se hizo pequeño, fue un gran crunch”.

Opina que la política migratoria de EE.UU. no ha cambiado sustancial­mente de Trump a Biden: “Eso es lo que mucha población no emigrante no entiende. Obama fue el primero que enjauló familias y ha sido el presidente que más personas ha deportado. Ahora hay más gente en jaulas que con Trump. En centros que son for profit [ con ánimo de lucro]. No me malinterpr­eten. Trump es un hecho mierda, no soy pro Trump, pero hay que criticar a los demócratas que hacen lo mismo. El gobierno, de izquierda o derecha, no nos quiere aquí. Ser un inmigrante en EE-UU. es ser una persona de segunda clase”. ●

“En una comunidad a la que llegan inmigrante­s, el crimen baja y la economía sube; los ‘facts’ ahí est·n”

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Andreu Dalmau / EFE Javier Zamora, fotografia­do recienteme­nte en Barcelona

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