La Vanguardia

Los malos malísimos existen

- Maria de la Pau janer

La realidad supera la ficción. Cuando leemos un libro, esperamos que los giros de la historia sean verosímile­s, pero hay historias reales que superan nuestra capacidad de fabular. A veces nos resistimos a creer que haya malas personas. Intentamos justificar ciertas actitudes por factores externos a la naturaleza humana: las situacione­s que le han tocado vivir a alguien, las circunstan­cias personales, la precarieda­d y el drama.

Sin embargo, los malos malísimos existen. Un ejemplo muy claro es el Holocausto judío. Se han hecho numerosas adaptacion­es literarias y cinematogr­áficas sobre el tema. La lista de Schindler (1993), dirigida por Steven Spielberg, es una película en la que el mal que hicieron los nazis en los campos de concentrac­ión queda brillantem­ente explicado.

Otra película que refleja el horror del Holocausto es La zona de interés, rodada el 2021 en Auschwitz, dirigida por Jonathan Glazer y protagoniz­ada por Christian Friedel y Sandra

Hüller. Se trata de una adaptación de la novela de Martin Amis.

En una ocasión visité Auschwitz. Fue un viaje al dolor y al silencio. Nunca me había sucedido: los turistas que recorríamo­s el campo de concentrac­ión no hablábamos. Enmudecimo­s ante el impacto de lo que veíamos. No es posible sonreír en Auschwitz, donde el dolor impregna aún el ambiente, como si la huella del mal persisties­e allí.

La película de Glazer se sitúa en 1943, centrándos­e en la vida cotidiana del comandante nazi Rudolf Höss, su esposa, Hedwig, y sus cinco hijos. La familia vive en una casa cuyo jardín está junto al campo de concentrac­ión.

Se esfuerzan por construir una vida idílica junto al muro que los separa del horror. El padre lleva a sus hijos de pesca. La madre cuida el jardín donde crecen flores. Procuran inventar un paraíso que linda con el infierno. No hay imágenes que muestren el interior del campo. Todo sucede fuera, en la casa que pretende ser un hogar pero que resulta macabra. La atmósfera del mal está presente también en la banda sonora de Mica Levi, en la que se funden los chirridos de los hornos crematorio­s, los lamentos lejanos y la angustia.

Hace pocos días tuve ocasión de ver una entrevista a Sebastià Comas, el secuestrad­or “compasivo” de Maria ¿ngels Feliu, la farmacéuti­ca de Olot, secuestrad­a el 20 de noviembre de 1992 en el garaje de su casa, retenida en un zulo en unas condicione­s equiparabl­es a las que vivieron los judíos en un campo de concentrac­ión. Tenía 35 años, tres niños pequeños y un calvario de 492 días por delante.

Aunque han pasado los años, ese secuestro perdura en la memoria de muchos. Rodeada de insectos, ratas y sus propios excremento­s, sin ninguna posibilida­d de ducharse, demostró una enorme fortaleza humana. “Bajo tierra el tiempo se detiene”, aseguró después. Sus secuestrad­ores fueron dos policías corruptos de Olot y unos guardias forestales. Entre ellos estaba Sebastià Comas, que le proporcion­aba bocadillos, le permitía caminar unos pasos fuera del zulo y la tranquiliz­aba cuando la amenazaban con cortarle las extremidad­es. ¿Jugaba a ser el poli bueno y el poli malo a la vez? Una noche se atrevió a liberarla en una gasolinera. Cuando Maria ¿ngels regresó a casa, sus hijos no la reconocier­on.

¿Fue Comas el malo menos malo o alguien que se debatía en un conflicto interno? En la entrevista, aseguraba que había intentado protegerla. No sabemos si de los demás o de sus propios miedos, desbordado­s al no saber controlar el mal. ●

¿Fue Sebastià Comas el malo menos malo o alguien que se debatía en un conflicto interno?

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