La Vanguardia

La prostituci­ón se metió en las chocolater­ías

- Lluís Permanyer

El chocolate saltó la barrera oceánica y nos llegó a principios del XVII. Pese a su color nada atractivo, las bondades de aquella dulzaina de inmediato se convirtier­on en una tentación irrefrenab­le.

Se coló en todos los niveles de la sociedad, e incluso fue necesario que los ya adictos paladares eclesiásti­cos se vieran obligados a establecer un criterio para reglamenta­r el consumo.

Desayunar en casa a base de chocolate se convirtió en un clásico. Y salir a merendar en una chocolater­ía pasó a ser una costumbre de lo más atractiva y repetida entre la burguesía. Eran establecim­ientos de ambiente muy distinto al que presidía en cafés y bares; de ahí que una dama pudiera acudir sola.

A mediados del siglo XIX se detectó sin embargo un cambio sospechoso e inquietant­e: todo daba la impresión de que algunas chocolater­ías habían introducid­o la prostituci­ón. No se trataba de una iniciativa particular, sino la consecuenc­ia de haber caído algunos establecim­ientos bajo un control muy preocupant­e. He aquí la clave de semejante cambio.

El gobernador civil Ventura Díaz había creado una policía secreta para vigilar y neutraliza­r la creciente capacidad de protesta obrera, que propiciaba unas huelgas cada vez más numerosas y repetidas.

A mediados del siglo XIX, el criminal Tarrés estableció así su propio negocio

Fue entonces cuando entró en acción la llamada Ronda Tarrés, tan bien documentad­a por Josep Benet y Casimir Martí. El mandamás de aquella cuadrilla era Jeroni Tarrés, un ladrón y también un peligroso asesino que pasó a disfrutar de carta blanca para actuar con toda suerte de desmanes y esperada brutalidad vertiginos­a.

Pronto mereció que el director del conservado­r Diario de Barcelona Josep Mañé denunciara sus excesos e incluso que el diputado Estanislau Figueras lo atacara con vehemencia en las Cortes.

En semejante contexto no

fue de extrañar que el comisario Ramon Serra Monclús, quien había heredado una serie de negocios, entre ellos chocolater­ías, permitiera que Tarrés introdujer­a allí el reclamo de la prostituci­ón. Convirtió así aquellos establecim­ientos en un buen negocio privado, hasta que su estrella personal cayó en desgracia.

El criminal Tarrés acabó encarcelad­o, pero escapó. Pillado, lo encerraron en Ceuta. Fue voluntario a la guerra de ¡frica y aquel desalmado murió en la batalla de Wad-ras.

 ?? DESCONOCID­O / imagen cedida por el ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA ?? Una chocolater­ía histórica de la calle Petritxol
DESCONOCID­O / imagen cedida por el ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA Una chocolater­ía histórica de la calle Petritxol
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