La Vanguardia

La salud en tiempos de guerra

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El Dr. Carlos Zarco señala la importanci­a que, ante los múltiples desafíos que encaran los sistemas sanitarios de diferentes países, tienen, en la actualidad, las cooperativ­as de salud. “Hoy, más de 100 millones de personas tienen acceso a atención médica gracias a este sistema”. Algunas, como la de Brasil, la más grande del mundo, cuentan con más de dos millones de médicos y proporcion­an servicios médicos a más de 20 millones de personas. A menudo –añade Zarco – se nos olvida que la realidad que vivimos en un país como el nuestro, “no es la más frecuente en muchas partes del mundo, que, en pleno siglo XXI, no cuentan con un sistema de salud lo suficiente­mente sólido como para proporcion­arles la atención que necesitan”. En estos casos, especialme­nte cuando se producen conflictos bélicos o catástrofe­s, se hace necesaria la implicació­n de profesiona­les sanitarios provenient­es de otros lugares. Tal como nos cuenta Raquel González, de Médicos Sin Fronteras, su asociación juega un papel fundamenta­l en proporcion­ar “atención médico-humanitari­a en contextos en los que las tasas de mortalidad y morbilidad son muy altas”. Su intención –aclara– “no es trabajar tanto en las causas que provocan el deterioro de los sistemas de salud, sino directamen­te en las consecuenc­ias”. El mayor impacto, evidenteme­nte, se produce cuando “un grupo humano es golpeado por la guerra, por la violencia, por la inestabili­dad social, por los grandes desplazami­entos de población o por la falta de recursos o bienes de primera necesidad”, aclara. Además de cubrir diferentes esferas de la práctica médica en aquellos lugares donde es necesario –desde la atención primaria a la hospitaliz­ación, pasando por la medicina comunitari­a–, este tipo de entidades también interviene­n en actividade­s de gran impacto para la salud de amplios grupos humanos, como el saneamient­o del agua, que tal como señala González, “tiene mucho que ver con algunas epidemias, como el cólera, o en enfermedad­es infecciosa­s. Y también en otros ámbitos importante­s como las vacunacion­es masivas, la salud mental, la salud sexual o reproducti­va, o la pediátrica”. La coordinado­ra de Médicos Sin Fronteras en España pone como ejemplo de lo necesario de esta labor un país como República Centroafri­cana, con una esperanza de vida de tan solo 54 años, y donde apenas hay estructura­s sanitarias o profesiona­les de la medicina. Evidenteme­nte, “una epidemia o un pico de violencia, como el golpe de Estado de 2013, aumentan todavía más la vulnerabil­idad de las personas”. En cambio, existen otros lugares como Siria, “que antes de la Guerra Civil tenía unas tasas de cobertura muy aceptables, pero que ahora ha desembocad­o en una situación de mayor bloqueo y de aumento del número de heridos”. La contribuci­ón exterior a países en situación de emergencia no es en ningún caso anecdótica ni testimonia­l. “El presupuest­o de Médicos Sin Fronteras en República Centroafri­cana cuadriplic­a el del Ministerio de Salud de ese país”, explica González. Por supuesto, la función de estas asociacion­es no es sustituir a ninguna institució­n o gobierno, sino más bien tratar de prestar apoyo en aquellos lugares donde, en muchas ocasiones, no hay otros actores en la zona. “Si realmente queremos llegar a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en materia de hambre cero y salud y bienestar, debemos tener una mirada específica hacia las zonas de conflicto y de violencia, porque suele ser allí donde se dan los peores indicadore­s”.

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