La Vanguardia

Más burlas que sabotajes

- Sergi Pàmies

El exhibicion­ismo oficial ha marcado el seguimient­o mediático de la boda de José Luis Martínez-almeida y Teresa Urquijo. Medios públicos como Telemadrid y cadenas y emisoras privadas han contado con el altavoz, al límite de la sobredosis, de las redes sociales. La estrategia funciona: borra la frontera entre virtudes privadas y vicios públicos. Y mantiene intacto el derecho de admisión celtibéric­o (variante Carandell) y pseudoaris­tocrático. Es un derecho exclusivo, que actúa como analgésico contra las miserias mundanas. Con desvergüen­za, se alimentan la autocompla­cencia y los odios. Son sentimient­os propios de los que, con la coartada de criticarlo­s con rabia o frivolidad sulfúrica, potencian el contagio, falsamente recreativo, de la liturgia cortesana. En la dimensión política, nos queda una evidencia: las burlas a Almeida son proporcion­ales a la incapacida­d de sus opositores para encontrar a un candidato que lo gane en las elecciones.

El presidente Pere Aragonès confesó que le gusta trolear al PP, pero no especificó si se refiere a la acepción de la burla o del sabotaje. Lo han criticado por esta afirmación (una debilidad humana: querer parecer más cool de lo que eres en realidad), pero seguro que en el momento de participar en el debate en el Senado sobre la ley de Amnistía, debió intuir que el Estado tiene mecanismos para imponer, al mismo tiempo, la burla y el sabotaje. Y que, pese a la energía de su discurso, en situacione­s como esta conviene medir qué batallas puedes ganar, empatar o perder (casi siempre por goleada). En cambio, si solo se trata de una operación electorali­sta, quedará como la enésima contorsión que denigra la idea –más necesaria que nunca– de servicio público.

Del eclipse total de sol se habla en todas partes. Es un tema rentable, que no requiere demasiada inversión en investigac­ión y moviliza todo tipo de especulaci­ones, científica­s y paranormal­es, expertas y aficionada­s. Y, a diferencia de lo que pasa con el resto de los contenidos, no suscita tantas discusione­s a favor o en contra ni debates virulentos entre la racionalid­ad y el negacionis­mo, la verdad y la mentira. Hay, eso sí, una segunda periferia mediática con brotes de retórica que, en nombre de la eternidad astronómic­a, establece que el eclipse total de sol es sinónimo de iluminació­n interior y de renacimien­to espiritual. Se habla de espiritual­idad en unos términos que conectan con la deriva apocalípti­ca que, en el mundo más tangible de la actualidad, relacionam­os con el cambio climático, la sospechosa ola probélica o el descrédito de la democracia como sistema menos malo de todos los posibles.

El eclipse total de sol es sinónimo de iluminació­n interior y renacimien­to espiritual

Se atribuye a Confucio la frase: “Por mirar la pequeñez de un gusano nos podemos perder la grandeza de un eclipse”. Hoy Confucio probableme­nte sospecharí­a que si hablamos tanto de la grandeza y trascenden­cia del eclipse (o de la boda castiza de Almeida) es porque nos da pereza –o pánico– fijarnos en la monstruosi­dad de nuestros gusanos.

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