La Vanguardia

Arranca el juicio a Daniel Sancho

Muchos testigos de su paso por Phangan están citados hoy en Samui

- Jordi Joan Baños

Una familia disfrutaba ayer del bungalow que ocuparon Daniel Sancho y Edwin Arrieta, completame­nte ajena a aquella sangría. La playa de Salad no ha dejado de ser una de las más sosegadas y magnéticas de la isla tailandesa de Phangan. Aunque la procesión vaya por dentro.

Por ejemplo para Kanda, la mujer del súper que tomó los mil dólares que le ofrecía Sancho por una de las piraguas que alquila. “Me han citado para declarar tres días en Samui, esta semana, pero la policía me ha dicho que somos muchos”.

Se trata de la isla vecina, donde se ubica el tribunal provincial, que desde hoy acoge uno de los juicios más mediáticos del año. No en Tailandia, claro, sino en España.

Porque aquí hace tiempo que dominan las ganas de pasar página y la consigna es no hablar. No digamos entre los propietari­os indios de Bougain Villas, el complejo de una decena de bungalows salpicado por el descuartiz­amiento del cirujano Arrieta a manos de Daniel Sancho. “No vamos a decir nada más”, proclama la señora Singh, con un cansancio infinito.

La tragedia de esas dos familias también ha sido un mazazo para la suya, apenas un año después de inaugurar su muy cuidada inversión. La mala publicidad del crimen ha reducido la clientela. “Pero no pensamos volver a India”, dice desafiante, mientras su marido no sabe ya dónde meterse.

La cabeza y un brazo de Arrieta, que Sancho lanzó al mar ya de noche desde un kayak, tardaron algunos días en ser empujados por las olas contra el promontori­o agreste donde termina Salad. Amara –nombre ficticio– lo divisa perfectame­nte desde su camilla de masaje, al borde de la playa.

Lo que no ha vivido o escuchado Amara sobre las circunstan­cias del crimen lo ha leído en las redes sociales o –al principio– en los medios tailandese­s, con detalles que difieren de los del relato de nuestras tertulias.

“Una pareja alemana, a la que conozco de hace tiempo, me di

jo que habían visto a Daniel y al colombiano bañándose en la piscina, muy animados, con la música alta. Son una pareja joven que alquila una casa cerca, por temporadas. Ella se fijó en el físico de Daniel”. “No parecía para nada un mafioso”, añade.

Haad Salad o Salad Beach significa, en cualquier caso, playa de los piratas. Nada que ver con ensaladas, que en todo caso, serían de pepinos de mar, que infestan sus aguas.

Según revela Amara, su hotel, Villa Cha-cha, “fue el primer sitio al que Daniel acudió en busca de un kayak, pero el encargado se negó a alquilárse­lo porque ya oscurecía y se fue al supermerca­do”. Pero no fue entonces cuando lo vio. “Fue cuando pasó por aquí delante, rodeado ya de policías”.

“Daniel dejó el kayak apoyado contra la pared de nuestro hotel”, asegura por su parte el cajero de Salad Hut, que es también restaurant­e.

Sin embargo, lo había adquirido cien metros más allá. Donde la señora Kanda cuenta que Sancho le pareció “un buen chico”. Hoy le quedan tres kayaks por alquilar, pero ninguno es el del hijo del actor Rodolfo Sancho. “Ese se lo llevó la policía”.

La masajista Amara, a cien metros del lugar de los hechos – y no a diez mil kilómetros– dice que lo que circuló entre los trabajador­es turísticos de la isla es que “Daniel estaba con una chica en otro hotel, en Haad Rin, en la otra punta. Moto arriba, moto abajo”. Entiende que era “española” o podría serlo y parecía “una novia”.

Por lo que ha oído de algún agente, “los padres” del cirujano estético debieron acudir a Tailandia “hace meses”. En caso de no hacerlo personalme­nte, la policía no habría podido darles los 60.000 dólares que llevaba su hijo, dice.

A cien metros del lugar del crimen, dos policías dicen no reconocer una foto de Daniel Sancho. Su superior hace un esfuerzo de memoria. “Ah, sí, sí, Daniel”. Pero añade que es una isla tranquila. “Este año no ha habido ningún crimen y el año pasado no hubo ningún otro”.

Amara dice que los bungalows en cuestión “tienen de todo, desde cuchillos hasta bolsas de basura”. Pero no será ella sino tres magistrado­s los que, a las puertas del verano, deberán dictar sentencia, escuchando a todos y basándose en pruebas. ●

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SOMKEAT RUKSAMAN / EFE
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De aquí sacó Sancho el kayak. Luego las olas empujaron los restos del doctor Arrieta hacia el promontori­o
JOSE PERDOMO / AFP Ida y vuelta De aquí sacó Sancho el kayak. Luego las olas empujaron los restos del doctor Arrieta hacia el promontori­o
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Jor Joa Baños
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