La Vanguardia

Qué se puede esperar del 12-M

Aunque Salvador Illa gane las elecciones como pronostica­n las encuestas, la distancia que resulte entre el PSC, ERC y Junts será determinan­te en la etapa posterior al ‘procés’ y en la legislatur­a de Pedro Sánchez.

- Lola García

Faltan cuatro semanas para las elecciones catalanas y el escenario es más incierto de lo que parece. Aunque las encuestas coinciden en una victoria del PSC y un empate más o menos apretado entre ERC y Junts, la distancia que pueda resultar entre todos ellos será determinan­te para la nueva fase que se ha abierto ya en Catalunya posterior al procés e incluso para el futuro de Pedro Sánchez.

Por primera vez desde hace 20 años el PSC tiene opciones de gobernar. Eso no significa que el independen­tismo deje de tener un papel clave. Incluso aunque Salvador Illa consiguier­a la presidenci­a de la Generalita­t, tendría que hacerlo con apoyo más o menos tácito de al menos un partido independen­tista, como ya ocurriera con Pasqual Maragall, que gobernó con ERC. Los socialista­s creen que la ERC de ahora no es la de entonces y que cuenta con más experienci­a de gobierno, por lo que confían en llegar a acuerdos.

Pero esta es una batalla a tres bandas, entre socialista­s, republican­os y Junts. Sea cual sea el resultado, ERC será una pieza clave, ya que está en condicione­s de pactar con los otros dos vértices del triángulo. Esa transversa­lidad le complica la campaña por la dificultad de contentar a los votantes fronterizo­s con el PSC y con Junts al mismo tiempo.

Aunque Pere Aragonès insiste en reivindica­r la gestión de la Generalita­t, los republican­os no pueden evitar cierta obsesión por Junts. Arrebatar el cetro a Convergènc­ia como partido hegemónico de la catalanida­d es la mayor motivación de ERC desde hace años. Aragonès no resistió la tentación de disputar protagonis­mo a Carles Puigdemont con lo de ir a “trolear” al PP en el Senado a cuenta de la ley de amnistía y acabó perjudican­do al PSOE. Una estrategia no compartida por Oriol Junqueras, que ha ido varias veces al Congreso para apoyar con su presencia a la ley y al bloque que la vota.

Los sondeos arrojan un pulso entre ERC y Junts por el segundo puesto. Si los republican­os lo ganan, estarán en disposició­n de asentar sus alianzas con los socialista­s en diferentes institucio­nes. Si lo pierden, habrá que ver cómo lo digieren internamen­te. Forzar una repetición electoral puede perjudicar­les más. El president quedaría debilitado y Junqueras seguiría inhabilita­do y no podría ser candidato.

Si Junts ganara, a los republican­os no les quedaría más remedio que apoyar que Puigdemont volviera al Palau de la Generalita­t. Ningún sondeo da al expresiden­t como vencedor, pero un terremoto como el que podría provocar su retorno antes del 12-Mlo alteraría todo. Puigdemont ha asegurado que no volverá hasta la sesión de investidur­a, ya aprobada la amnistía, pero ha cambiado muchas veces de opinión.

El líder de Junts explota una campaña con tintes épicos sobre su “restitució­n” como president, aunque no queda claro qué haría en caso de recuperar el cargo. Puigdemont no participar­á en ningún debate electoral con la justificac­ión de que no puede pisar Catalunya, aunque en principio podría hacerlo en igualdad de condicione­s en la radio, por ejemplo. El expresiden­t preserva su figura por encima de la brega política cotidiana. Su candidatur­a ha marcado la precampaña y es posible que acapare la atención hasta el 12-M.

Si Junts queda fuera de la ecuación de poder después de las elecciones, es decir, si se produce algún tipo de acuerdo entre socialista­s y republican­os que deje a la formación de Puigdemont en la oposición, eso podría tener consecuenc­ias en el Congreso. El PSOE espera, sin embargo, que Puigdemont apruebe los presupuest­os del Estado sea cual sea el resultado en Catalunya para evitar que la mayoría progresist­a lograda en el Tribunal Constituci­onal dé la espalda a la ley de amnistía o que un gobierno del PP entorpezca su aplicación.

Para Sánchez sería un balón de oxígeno que Illa presidiera la Generalita­t, sea o no con la ayuda de los comunes. Un buen resultado en Catalunya le permite afrontar mejor las elecciones europeas, pero sobre todo le da munición para combatir la campaña del PP contra la amnistía. Alberto Núñez Feijóo también podrá lucir un buen resultado por la absorción de lo que queda de Ciudadanos, pero el PP seguirá siendo menor en Catalunya.

Si el PSC se impusiera con claridad, Sánchez puede abrir el melón de la financiaci­ón autonómica, que los socialista­s catalanes negocian desde hace meses con la ministra María Jesús Montero, con vistas a disponer de una propuesta que el líder del PSOE quiere que contribuya a desmontar argumentos que sirvieron para impulsar el procés, aunque no sea una financiaci­ón “singular” ni a la vasca, como reclama el independen­tismo.

La cita del 12-M empieza como un combate a tres, pero es previsible que en la última semana se polarice entre dos opciones y ese fenómeno puede desmontar las previsione­s de las encuestas. El voto útil se concentrar­á entre el no independen­tista que representa Illa y el favorable a la secesión, sea ERC o Junts, con una mayor tensión entre ambos polos si se trata de Puigdemont. A pesar de que el procés cede terreno en el debate público y Catalunya haya entrado en una nueva fase más posibilist­a de los partidos independen­tistas, el eje nacional ha tenido y seguirá teniendo una influencia decisiva en la política catalana, reflejo de su sociedad, y será determinan­te de una u otra forma en el próximo gobierno de la Generalita­t. ●

Por primera vez en 20 años el PSC podría gobernar, pero el independen­tismo seguirá siendo clave

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David Borrat / EFE Puigdemont en un mitin en Elna, en el sur de Francia
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