La Voz de Almería

Los concejales que aman a sus alcaldes

- Manuel León Redactor jefe

Conservoun­odeesos recuerdos de la noche de los tiempos en el que veo a mi tío Pedro entrando en los bares del pueblo buscando a gente que quisiera apuntarse a la lista. Yo no sabía entonces que era la lista. Después supe que la lista era la de los candidatos a las elecciones de 1979, las primeras elecciones municipale­s de la democracia tras 40 años de aquel partido único llamado del Movimiento que nunca se movía. Era el alborear de la libertad, Jarcha, Victoria Prego y todo lo que vino después. Mi tío era uno de esos aventurero­s que se habían apuntado a la UCD, que se reunían como masones en un local, entre volutas de humo y papeles en ciclostil cargados de futuro. Apenas fueron capaces de reunir once nombres para presentar candidatur­a. Nadie se quería entonces meter en política en la que, excepto el gobernador, se trabajaba de balde. Ser concejal o alcalde entonces se asemejaba a estar siempre de trajines sin ganar un duro, era como ser presidente de la comunidad de vecinos: el criado del edificio al que todos van a cualquier hora con problemas, sin filtros ni gabinetes. Han pasado 44 años de aquel amanecer y hoy casi todos aquellos iniciales alcaldes ya están muertos; hoy ya no hace falta buscar candidatos a concejal por las tabernas; hoy hay fuego ucraniano para conseguir un escaño consistori­al, desde Padules a Suflí, desde Chirivel a Viator. Hoy ser edil de cualquier pueblo con más hambre que Carpanta es garantizar­se un sueldo, un aparcamien­to, entradas al fútbol y a los toros y salir bajo palio en procesión durante, al menos, cuatro años, sin pensar que un pueblo de 5.000 habitantes, que no tiene donde caerse muerto, quizá no necesite siete munícipes liberados. En una semana se cierran las listas y hay nervios a flor de piel a ver quién entra y quién sale. Hoy cualquier edil cree que por el hecho de serlo tiene derecho a perpetuida­d como en los cementerio­s. Mi tío iba por las calles con una lista en la mano buscando concejales, como Diógenes iba con un candil a plena luz del día buscando a un hombre. Hoy son los concejales los que van buscando alcaldes.

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