Un mes para aplaudir a Sánchez

Dentro de exactamente un mes, millones de españoles tendremos en la mano la herramienta más poderosa que existe en democracia, el voto, para decidir quiénes se encargarán de gestionar los ayuntamientos y, también, algunas comunidades autónomas durante los próximos cuatro años. El 28 de mayo, los redactores más limitados y los candidatos menos duchos volverán a desempolvar por la mañana el almizcle argumental de “la fiesta de la democracia” y por la noche habrá carrusel de júbilos y quebrantos por las sedes de campaña. Hasta ahí todo normal. Pero lo que hace de las próximas elecciones un acontecimiento diferente es que muchos electores van a interpretar esos comicios locales en clave nacional para trasladar con su voto un mensaje de afecto y cariño al presidente Sánchez, con independencia de lo estupendos que sean los candidatos a las diferentes alcaldías o comunidades. Pero es tanto -y tan inolvidable- lo que Pedro Sánchez ha hecho por España, por su unidad, por la Constitución, por la Corona, por su futuro económico, por la superación de los viejos enfrentamientos históricos, por el respeto a la división de poderes o por su ejemplar uso de las fuentes del derecho a la hora de crear leyes, que millones de españoles querrán tener presente semejante palmarés a la hora de votar. Y voy aún más lejos: si la larga relación de aciertos que jalonan la trayectoria de Sánchez no fuera suficiente como para hacerle acreedor de un sólido homenaje en las urnas, bastará recordar -su natural humidad hace que él apenas lo mencionela inmejorable elección de socios -solventes, preparados, patriotas- con los que se ha sabido rodear para formar un gobierno irrepetible. La calle, que no pisa por temor a fatigar las laringes de todos los que al verle sienten la espontánea necesidad de vitorearle, se lo recuerda a menudo: hasta un tal Txapote, que debe ser de lo peor, está loco por votarle. Pues eso. Un mes.